¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? Isaías 40:12.
Algunas personas creen que Dios es una fuerza en algún lugar del cosmos, mientras que otras se imaginan a un tipo de abuelo benevolente que pasa por alto los “pecadillos”. Pero estas características no describen quién es Jehová. El Dios real podría sorprenderlas.
«El está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar.» (Isaías 40:22).
Cuando el Padre se describe a sí mismo en su Palabra, está claro que es una persona. A lo largo de la Biblia, es llamado Jehová, Elohim, Señor, o se habla de Él usando el pronombre masculino (Él). Dios reúne todos los atributos de la identidad personal: inteligencia para razonar, emociones para sentir y voluntad para tomar decisiones.
Al mismo tiempo, la Biblia muestra la inmutabilidad de Dios: que su naturaleza y su carácter nunca cambian. Siempre es Espíritu y su amor permanece constante. Los creyentes podemos esperar que los principios y las leyes de Dios se mantengan firmes y que Él actúe justo como ha prometido. Aunque obra de manera diferente en situaciones distintas, esas respuestas (como el deleite, la ira y la misericordia) son matices de su ser, no atributos nuevos.
Dios no tiene principio ni fin y siempre es el mismo, «Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.» (Salmos 102:27). Nadie lo creó, lo cual es difícil de entender para los humanos; pero si el Señor fuera del todo explicable, no sería digno de nuestra adoración.
Lee. Medita. Aplica.