Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas. Salmo 51:2-4.
¿Quiere un mayor desarrollo espiritual en su vida? ¿Pecar menos cada vez? Entonces acepte su responsabilidad.
No le eche la culpa a sus circunstancias, a su cónyuge, a su novio o a su novia, a su jefe, a sus empleados o a su pastor. Ni siquiera le eche la culpa a Satanás. Su pecado es culpa suya. Sin duda que Satanás y el sistema del mundo pueden contribuir al problema, pero el pecado ocurre en definitiva como un acto de la voluntad; mi voluntad, usted es responsable. Lo dice la Biblia: «sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.» (Santiago 1:14).
Tal vez uno de los mejores ejemplos de alguien que aprendió a aceptar su responsabilidad sea el del hijo pródigo. Cuando volvió a casa con su amoroso padre, dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21). Estuvo incluso dispuesto a que se le tratara como a un modesto jornalero porque sabía que no merecía nada, «Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.» (Lucas 15:19). He aquí la actitud de alguien que reconoce y confiesa su pecado.
«Él que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia.» (Proverbios 28:13).
Lee. Medita. Aplica.