Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre (Juan 6:26-27).
Cuando Cristo estuvo en la tierra, lo seguía una vasta multitud. Venían por muchas razones, algunas nobles, otras egoístas. Lo mismo ocurre hoy en día. Es importante entender lo que motiva a la gente a venir a Cristo, ya que no todos los que lo buscan son seguidores en verdad. De hecho, cada uno de nosotros debe analizar su propio caminar y preguntarse: ¿Qué es lo que quiero de Él? ¿Qué tan comprometido estoy a ser su discípulo?
Muchas de las personas que siguieron a Jesucristo lo hicieron porque tenían necesidades que solo Él podía satisfacer. Dondequiera que iba, le llevaban enfermos y endemoniados.
Otros venían por sensacionalismo, para ver señales y milagros y sentir el placer de la emoción. Hoy en día, algunas personas asisten a la iglesia para animarse. Pero las experiencias gloriosas en las alturas siempre son seguidas por experiencias difíciles en el valle.
Los discípulos de Cristo lo siguieron porque de verdad creían que era el Mesías, el mismo Hijo de Dios, «Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» (Mateo 16:16). Su compromiso iba más allá de las emociones. Querían conocer a Cristo y caminar con Él.
¿Está usted más interesado en lo que Dios puede hacer a su favor, que en estar con Él? Nuestras necesidades físicas y emocionales pueden llevarnos al Señor, pero no pueden sostener nuestro caminar con Él. Considere la perspectiva de comenzar revaluando su compromiso con el Señor.
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno. Salmos 139:23-24.
Lee, Medita y Aplica!
Anónimo