A ti, oh SEÑOR, elevo mi alma.
Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti espero todo el día. Acuérdate, oh SEÑOR, de tu compasión y de tus misericordias, que son eternas.
No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis transgresiones; acuérdate de mí conforme a tu misericordia, por tu bondad, oh SEÑOR. (Salmo 25:1, 5-7)