[fragmento]
Perdonen si les digo unas locuras
en esta dulce tarde de febrero,
y si se va mi corazón cantando
hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado allí,
desde que Don Cristóbal, el marinero,
puso los pies y descubrió la isla,
¡ay, mejor no la hubiera descubierto!
porque ha sufrido tanto desde entonces,
que parece que el diablo, y no Jesús,
se entendió con Colón en ese aspecto.
Esos conquistadores españoles,
que llegaron desde España, por supuesto,
buscaban oro y lo buscaron tanto
como si les sirviese de alimento.
Enarbolando a Cristo con su cruz,
los garrotazos fueron argumentos
tan poderosos, que los indios vivos
se convirtieron en cristianos muertos.
Aunque hace siglos de esta historia amarga,
por amarga y por vieja se las cuento,
porque las cosas no se aclaran nunca,
con el olvido ni el silencio.
Y hay tanta inquietud sin comentario,
en la América hirsuta que me dieron,
que si hasta los poetas nos callamos,
no hablan los otros porque tienen miedo.
Ya se sabe, en un día declaramos
la independencia azul de nuestros pueblos,
una por una, América Latina,
se desgranó como un racimo negro,
de nacionalidades diminutas,
con mucha facha y poco dinero.
(Andamos con orgullo y sin zapatos,
y nos creemos todos caballeros).
Pablo Neruda. Chile (1904-1973)