Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).
¿Cuál es el objetivo de la vida cristiana? Romanos 8.29 lo expresa de esta manera: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Esto se llama santificación, y tiene varias etapas.
Primero viene la salvación: nuestra redención por medio del sacrificio expiatorio de Cristo. El resultado es el perdón del pecado, que nos permite tener una relación con Dios.
Luego, Dios nos da la oportunidad de servir. Fuimos creados para hacer buenas obras en el nombre del Señor Jesucristo, «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.» (Efesios 2:10).
Después viene la frustración por la insuficiencia. Esta es una parte necesaria de la experiencia cristiana. Aunque es difícil, esta fase es hermosa porque nos lleva a la dependencia total del Señor, que es lo mejor de nuestra vida espiritual. Y es lo que nos acerca más a nuestro objetivo final: convertirnos en un reflejo de Cristo.
Por desgracia, muchos cristianos no llegan al punto de una total dependencia del Señor. El apóstol Pablo nos recuerda que debemos fijar nuestra mirada en la meta de la madurez en Cristo, «prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.» (Filipenses 3:14). Aprender a morir a uno mismo es doloroso, pero, irónicamente, es el único camino verdadero a la vida.»
Lee. Medita. Aplica.
Anónimo