Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.
¿Alguna vez se ha negado a obedecer a Dios porque sus instrucciones eran algo que usted no quería hacer?
Ese fue el caso de Jonás. Los habitantes de Nínive eran asirios, un pueblo conocido por su agresividad y crueldad. Como eran enemigos de Israel, Jonás pensó que tenía una buena razón para resistir la orden del Señor de predicarles.
Aunque el objetivo era atraer a los ninivitas al arrepentimiento a través de la predicación de Jonás, el Señor también estaba trabajando para cambiar el espíritu carente de amor del profeta —Jonás no quería que esos gentiles experimentaran la gracia divina y el perdón. Aunque al final obedeció y fue a Nínive, su corazón no cambió.
Lo mismo puede ocurrirnos a nosotros. Es posible cumplir con las formalidades de la obediencia mientras que todavía albergamos resentimiento, ira y un espíritu rebelde. Primera a los Corintios 13.1-3 nos advierte que aun nuestros más grandes actos de obediencia, hechos sin amor, no nos benefician en nada. «si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.» (1 Corintios 13:3).
El Padre celestial quiere más que un cumplimiento de mala gana; quiere que hagamos su voluntad de corazón, «no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;» (Efesios 6:6).
La próxima vez que usted sea reacio (se resista) a obedecer al Señor, pídale que cambie su corazón. Él quiere que sus hijos no solo obedezcan, sino que también se deleiten en hacer su voluntad.
Lee, Medita y Aplica!