(fragmento)
Largamente vibradas
por sus rayos de estrellas,
cantan mis noches bellas
como liras sagradas.
Pero trae el encanto
lunar que las dilata,
un silencio de plata
más lírico que el canto.
Y en mi triste persona,
palpita, grave y tierno,
el himno del eterno
ruiseñor de Verona.
El tiene en su riqueza
de musical estuche,
lleno de luna el buche
como yo la cabeza.
Así, en astral fortuna,
por mayor regocijo,
para mi pena elijo,
como celda, la luna.
Allá, en vida rechoncha
y a vuestras dogmas sordo,
lo pasaré cual gordo
caracol en su concha.
Y agriando los reproches
de vuestro real concilio,
os doy por domicilio
la luna.
Leopoldo Lugones. Argentina (1874-1938)