¡Yo voy soñando caminos
de la tarde! ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas…!
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero…
¡la tarde cayendo está!
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancársela un día:
ya no siento el corazón.”
Y todo el campo un monumento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece.
Y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
¡quién te pudiera sentir
en el corazón clavada!”
Antonio Machado
(España, 1875-1939)