Cantar es más que hablar.
Cantar es alabar y abrir con un ¡oh! el mundo.
Cantar es admirar, no explicar, no decir.
Cantar es saludar lo que no es explicable,
mostrar la maravilla de la realidad,
vivir en el asombro del mundo de los dioses
que es también nuestro mundo, según vemos de pronto:
el que descubrimos, como tontos con amor, al desear.
Cantar es percibir y quedar fulminado,
y dar con las palabras que, al decir, son lo que es
sin charlatanerías, ni adornos de oropel.
Cantar es descubrir el misterio del hecho
que aunque está ante nosotros, no sabemos ver.
Cantar no es hablar, es ganar y perder,
es abrir lo celeste y encontrar, ciego, en él,
al Dios que espera al hombre para poder creer.
Gabriel Celaya. España (1911-1991)