El salto de Jimenoa

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¡Cabellera de los siglos:

destrenzada en una salvaje cólera de espumas!

¡Que en un prisma del iris,

matizada, soberbiamente tu coraje empinas!

-Tras los cielos de brumas-

mientras dejas correr tranquilamente,

con el zigzag de una serpiente

tus sinfónicas aguas cristalinas.

*

¡Cabellera de los siglos!

¡Cabellera iluminada, tal como si fuera

barnizada en sus rostros vagabundos,

que la mañana dora,

con la sangre divina de los astros

y el oro enrojecido de la aurora!

*

¡Cabellera de los siglos!

¡Hirsuta, como el sinuoso doblez de una viruta

arrancada del pecho de un diamante!

Y colgada después

sobre la cresta inaccesible,

colosal, enhiesta de un altivo peñón,

donde los pinos ¡tus cantores hermanos!

se alargan en un ansia delirante

como brazos humanos,

florecidos de pájaros y trinos.

¡Cabellera de los siglos!

¡Cabellera que te descuelgas airadamente

fiera sobre un hombro colosal de rocas vivas!

Para caer pesadamente,

en un diluvio de gotas fugitivas

que te nimban la frente.

*

¡Cabellera de los siglos!

¡Cabellera que al aire flotas

igual que en una bandera!

Cuando de ti se eleva como un canto

la divina soberbia del paisaje:

eres entonces toda como un manto,

bordado en la blancura de un encaje.

Y desde tu andamiaje de basalto,

cayendo eternamente de lo alto, ruges, ruges.

Y tu rugir retumba profundamente lejos,

como una catedral que se derrumba,

entre una hecatombe de reflejos.

*

¡Cabellera de los siglos!

¡Cabellera: que si el hombre quisiera

se la enroscara al cuello a una turbina!

Para trocar en realidad potente

la maravilla de las maravillas: el Jimenoa

con su voz rugiente ¡dándole luz

a todas las Antillas!

Franklin Mieses Burgos. República Dominicana (1907-1976)

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