Juan 14:15-17

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Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

Juan 14:15-17

¿Le interesa una línea telefónica directa al cielo? La verdad es que tenemos algo mucho mejor: el Espíritu Santo morando en nosotros para ser nuestro Ayudador en todas las situaciones.

La noche antes de su crucifixión, el Señor Jesús advirtió a los discípulos que estaba a punto de partir. La noticia los aturdió y asustó, aunque no era la primera vez que hablaba de su muerte. Pero el Señor ofreció a sus seguidores la seguridad de que les enviaría otro Ayudador.

En este pasaje, la palabra griega para “otro” significa “uno del mismo tipo”, lo que significa que el nuevo Ayudador sería como el Hijo de Dios, un ser divino. Como fue prometido, el Espíritu de Dios vino a morar en los seguidores de Cristo en Pentecostés, «y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” (Hechos 2:3-4).

Sin el Espíritu Santo, no podríamos experimentar la vida cristiana. Por eso Cristo dijo a los discípulos que demoraran la difusión del evangelio hasta la llegada del Espíritu Santo. Nuestro Ayudador no solo da poder a la obediencia, sino que también enseña, guía, intercede, consuela, transforma y nos da dones para el servicio. Cada vez que nos vemos acosados por tiempos difíciles o tentaciones, nos proporciona fuerzas, resistencia, esperanza y aliento. Tenemos el privilegio de contar con un Ayudador divino que nos auxilia cada minuto de cada día. Gloria a Dios por su provisión para nosotros.

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Anónimo

Efesios 5:15-17

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Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.

Efesios 5:15-17

El tiempo es un activo muy valioso. Irreversible e insustituible, hemos de considerar cómo empleamos nuestros días, e incluso nuestros minutos. El tiempo es un regalo de Dios, lo que significa que no somos dueños del mismo, sino administradores que un día daremos cuenta de cómo utilizamos lo que se nos confió.

Quienes reconocen que sus días pertenecen al Creador cuidan de la manera en que viven. Desean entender la voluntad del Señor, y buscan su dirección cada día a través de una comunión íntima con Él por medio de la lectura de su Palabra y la oración.

Pero quienes son insensatos no reflexionan en cuanto a su manera de vivir. Algunos se vuelven improductivos y perezosos, mientras viven para los placeres. Pero incluso aquellos que están ocupados y tienen éxito según los estándares del mundo, pueden estar perdiendo el tiempo si sus planes no están alineados con la voluntad de Dios.

Para aprovechar al máximo sus oportunidades, intente comenzar cada día con el Señor, pidiéndole que Él dirija sus actividades. Ninguno de nosotros querrá llegar al cielo y descubrir que, aunque estuvimos ocupados usando nuestro tiempo, no lo invertimos para la eternidad.

«para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;” (Colosenses 1:10).

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Romanos 8:26-27

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Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

Dios nos ha invitado a venir a Él con nuestras peticiones y preocupaciones. Sin embargo, no sabemos en realidad cómo orar como deberíamos, porque tenemos un conocimiento limitado, motivos incorrectos y deseos equivocados. Pero tenemos un Ayudador que intercede por nosotros de acuerdo con la voluntad del Señor.

El Espíritu Santo sabe justo lo que el Padre celestial desea hacer en nuestra vida, y sus oraciones siempre son respondidas. Por ejemplo, podemos pedir alivio del sufrimiento o de las dificultades, pero la voluntad del Señor puede ser el utilizar nuestras circunstancias para producir un carácter semejante al de Cristo en nosotros. Podemos pensar que nuestras oraciones han quedado sin respuesta, pero el Espíritu ha tomado nuestro deseo de algo bueno y lo ha convertido en una petición de algo mejor.

El Espíritu no solo ora por nosotros conforme a la voluntad de Dios, sino que también nos aclara la voluntad del Padre. La Biblia nos dice lo que el Señor desea y cómo actúa. A medida que renovemos nuestra mente con su Palabra, seremos más capaces de orar como corresponde. Pero es un gran consuelo saber que todas nuestras oraciones son tenidas en cuenta. El Espíritu toma cada una de ellas y las interpreta para que se ajusten a la voluntad del Padre.»

«Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14).

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Mateo 6:33

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Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

¿Cuál es la prioridad de su vida, aquello alrededor de lo cual gira todo lo demás? Cristo nos dice que el reino y la justicia de Dios deben ser nuestro mayor objetivo. Esto no se logra mediante la pasividad; Mateo usa la palabra “buscar”, que implica actividad y perseverancia. El reino de Dios debe ser buscado cada día, momento tras momento.

La vida en este mundo transcurre en medio de dos reinos opuestos que están en constante conflicto: uno bajo el control de Satanás, y el otro bajo el reinado de Dios. Buscar el reino del Padre celestial es someterse a su soberanía en todos los aspectos de nuestra vida. Lo más importante es la obediencia. Buscar la justicia de Dios significa cooperar con su proceso de transformarnos a la imagen de Cristo. Una parte integral de este proceso es la renovación de nuestra mente con las Sagradas Escrituras. La Palabra de Dios mantiene la perspectiva y las instrucciones del Padre celestial frescas en nuestro pensamiento.

Tome un momento para evaluar quién o qué domina sus pensamientos y afectos: ¿En qué invierte su tiempo y su dinero? ¿Qué deseos gobiernan sus decisiones? Hacer que Cristo sea la máxima prioridad requiere sumisión a Dios, obediencia a su Palabra y confianza en sus caminos. Él promete suplir todo lo que usted necesite para alcanzar ese objetivo.

«Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,” (2 Pedro 1:2-3). 

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Santiago 2:14-16

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Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?

El buen árbol no solo puede, también lleva buenos frutos. Sin embargo, cualquiera que diga que es un buen árbol pero que no dé frutos de las buenas obras no tiene parte alguna en el cuerpo de Jesucristo. La persona que verdaderamente es cristiana podrá repetir lo que dice Santiago: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma… Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:17-18)

Ahora bien, no queremos confusión: no es que ganaremos el favor, la aceptación o la salvación ante Dios por nuestras obras, eso es imposible. Lo que destacamos es, que un verdadero cristiano manifestará o evidenciará la salvación que ha recibido (por la obra de Jesucristo) dando frutos, o sea, en buenas obras.

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.» 

(Efesios 2:8-10).

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Efesios 5:3-4

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Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.

La sociedad en que vivimos se caracteriza por la oscuridad espiritual. Incluso quienes somos creyentes nos acostumbramos tanto a la oscuridad que no nos sentimos ni sorprendidos ni avergonzados por mucho de lo que sucede a nuestro alrededor. Quizás vemos el pecado, pero no lo reconocemos como malo, o tal vez ya no lo notamos.

Uno de esos pecados es la inmoralidad sexual. A lo largo de la Biblia, se nos advierte de sus peligros y se nos dice que nos abstengamos de comportamientos impuros, pasiones lujuriosas y malos deseos, «Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,” (Colosenses 3:5-6). Aunque nos haga sentir incómodos el hablar de ello, debemos considerar de lo que se trata la inmoralidad sexual hoy en día, ya sea adulterio, pornografía o relaciones fuera de matrimonio, y estar preparados para enfrentarla.

Si bien no podemos escapar de nuestra sociedad, Dios ha provisto todo lo que necesitamos para vivir en la luz de nuestro Salvador, Jesucristo. A través de su Espíritu que mora en nosotros, podemos enfrentar cada tentación y elegir lo correcto.

Si usted se siente cómodo viviendo en la oscuridad que le rodea, pídale al Señor que derrame su luz sobre su vida para que le indique cualquier tipo de concesión que tenga con el mundo o deseo pecaminoso. Luego, reciba su perdón y el poder para andar en sus caminos. 

«Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Salmos 32:5).

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Isaías 30:9

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¡Ay de los hijos rebeldes declara el Señor que ejecutan planes, pero no los míos, y hacen alianza, pero no según mi Espíritu, para añadir pecado sobre pecado! Isaías 30:1…Porque este es un pueblo rebelde, hijos falsos, hijos que no quieren escuchar la instrucción del Señor;

Isaías 30:9.

Todos queremos lo mejor del Padre celestial para nuestra vida, pero a veces nos interponemos en su camino. Ese fue ciertamente el caso de Israel. El pasaje de hoy de Isaías comienza diciendo: “¡Ay de los hijos rebeldes!’ —declara el Señor—‘que ejecutan planes, pero no los míos’” (Isaías 30.1).

En vez de confiar en las promesas y el poder de Dios, Israel se centró en la amenaza de un enemigo. Decidieron que lo más seguro era confiar en la ayuda de Egipto, aunque el Señor les había dicho que la solución era arrepentirse y confiar en Él. Al sustituir el plan de Dios por el de ellos, se perdieron lo mejor de Dios para la nación y sufrieron las consecuencias.

«El amparo de Faraón será vuestra vergüenza, y el abrigo a la sombra de Egipto, vuestra humillación.” (Isaías 30:3).

Cuando usted tiene que tomar una decisión, ¿se enfoca en el Señor y en su Palabra o en el problema que está enfrentando? ¿Se apresura a aceptar el consejo de otras personas antes de buscar dirección en las Sagradas Escrituras? Aunque su plan pueda parecer la opción más prometedora, si ha dejado a Dios fuera es muy posible que se haya convertido en un obstáculo para lo que Él desea para usted.

Cuando se sienta tentado a tomar los asuntos en sus propias manos, recuerde la guía del Señor: «Porque así ha dicho el Señor Dios, el Santo de Israel: En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en quietud y confianza está vuestro poder…» (Isaías 30:15). Cuando lo siga, Él le guiará hacia el mejor camino para su vida.»

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