EL LLAMADO PARTICULAR DE JESÚS
Texto: Romanos 10:16,17
Idea central: Si bien la fe surge del escuchar el evangelio, el evangelio, por sí mismo, no salva a nadie. Si Jesús no habla, en vano se predica y en vano se escucha.
Lecciones particulares: Dios se ha ocupado de todo lo necesario para que tengamos una relación con Él, desde satisfacer todos los requisitos espirituales (cf. Romanos 1-8) hasta asegurarse de que nosotros seamos enterados (Romanos 10:14,15). Sin embargo…
— Así como hay personas que se acercan a Dios cuando oyen el evangelio, así hay otros que prefieren no hacerle caso (v.16a).
— De hecho, habrá ocasiones en que nos parecerá que nadie ha hecho caso (v.16b), que nuestros esfuerzos son en vano.
— Por tanto, aunque es cierto que confiar en Dios es consecuencia de oír las buenas noticias de paz en Jesús (v.17a), que el oír el evangelio es pre-requisito para creer (v.14), simplemente “oír” el evangelio no es suficiente.
— El “oír” que transforma viene a través de la palabra de Cristo (v.17b): ¡es necesario que Dios diga “Sea la luz” para que la luz sea hecha! Ni siquiera el oír para fe es algo que surge de nosotros (Hechos 4:2; cf. Salmo 127:1,2; Romanos 9:16,18), sino que también es don de Dios (cf. Efesios 2:8,9).
Un par de ideas sueltas… Primero, esto es de gran motivación para seguir predicando a aquellos que amamos y que no hacen caso: por muy dura y terca que sea su naturaleza, no depende de ellos, sino de la palabra de Dios. Segundo, si depende de Cristo, no nos enorgullezcamos, sino que asegurémonos de constantemente depender de Él y pedir su bendición al predicar. Tercero, notemos cómo la soberanía de Dios no nos excusa de responsabilidad: si bien el oír es a través de la palabra de Cristo, el creer sucede cuando se oyen las buenas noticias. Finalmente, la realidad de estos versos hace tambalear (de nuevo) las ideologías que hablan a favor del libre albedrío.
Preguntas de introspección: Tú que predicas el evangelio, ¿le has hecho caso al evangelio de Dios? ¿Es el evangelio predicado en tu vida con la misma fuerza que en tus palabras?¿Dónde encuentras el estímulo para continuar predicando?
¿Dónde está tu esperanza cuando le predicas a tus seres amados? ¿Están tus ojos en quien oye, en la palabra predicada, en tus habilidades (o las del predicador), o en Dios soberano? ¿Qué rol juega la oración en tu predicación y corazón?
Historia sugerida: Historia de Micaías y Acab (1 Reyes 22:1-38; cf. 2 Crónicas 18).