Todo lo queremos resuelto al instante, más pronto que inmediatamente. Somos así.
-Que mis hijos respondan y cumplan al instante.
-Que la comida aparezca en la mesa como por arte de magia.
-Que me resuelvan en el banco desde que llego a la puerta.
-Que el café suba de una vez…
Ejemplos hay por doquier.
Curiosamente, rara vez trasladamos este deseo de lo instantáneo a lo espiritual.
[Ok, sí lo hacemos pero en un solo sentido: vertical de arriba abajo. Que Dios nos responda aquí y ahora la petición que hicimos].
El problema radica en que es exactamente al revés:
“Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.” (Mateo 4:20)
“Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” (Mateo 4:22)
“Jesús vio a un hombre llamado Mateo que estaba sentado al banco de los tributos públicos y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.” (Mateo 9:9)
¿Cómo es que Simón, Andrés, Jacobo, Juan, Mateo, se levantaron e hicieron al instante lo que Jesús les pidió?
¿Qué vieron estos hombres?
¿Es nuestra obediencia inmediata a las peticiones de Dios? ¿A sus mandamientos?
¿Qué vemos nosotros?
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Esta nota apareció el primero de agosto en el blog del programa de radio de La IBI, «Mujer para la gloria de Dios.» Con algunas leves modificaciones, la esencia permanece, 🙂