Ya viene la galana primavera
con su séquito de aves y flores
anunciando a la lívida pradera
blando entramado y música de amores.
Deja ¡oh amiga! el nido acostumbrado
enfrente de la inútil chimenea;
ve a mirar el sol resucitado
y el milagro de luz que nos rodea.
Deja ese hogar, nuestra invención mezquina:
ven a este cielo, al inmortal brasero;
con el amor de Dios nos ilumina
y abrasa como padre al mundo entero.
Ven a este mirador, ven y presencia
la primera entrevista cariñosa
tras largo tedio y dolorosa ausencia
del rubio sol y su morena esposa;
ella no ha desceñido todavía
su sayal melancólico de duelo,
y en su primer sonrisa de alegría
con llanto de dolor empapa el suelo.
No esperaba tan pronto al tierno amante,
y recelosa en su contento llora,
y parece decirle sollozante:
¿por qué si te has de ir vienes ahora?
Ya se oye palpitar bajo esa nieve
tu noble pecho maternal, Natura,
y el sol palpita enamorado
y bebe el llanto postrimer de tu amargura.
“¡Oh qué brisa tan dulce -va diciendo-.
Yo traeré miel cáliz de las flores,
y a su rico festín ya irán viniendo
mis veraneros huéspedes cantores”
¡Qué luz tan deliciosa! es cada rayo,
larga mirada intensa de cariño,
sacude el cuerpo su letal desmayo
y el corazón se siente otra vez niño.
Esta es la luz que rompe generosa
sus cadenas de hielo a los torrentes
y devuelve su plática armoniosa
y su alba espuma a las dormidas fuentes.
Esta es la luz que pinta los jardines
y en ricas tintas la creación retoca;
la que devuelve al rostro los carmines
y las francas sonrisas a la boca.
Múdanse el cierzo el ábrego enojosos
y andan auras y céfiros
triscando como enjambre de niños bulliciosos
que salen de su escuela retozando.
Naturaleza entera estremecida
comienza a preludiar la grande orquesta,
y hospitalaria, a todos nos convida
a disfrutar su regalada fiesta.
Y todos le responden,
toda casa ábrese al sol bebiéndolo a torrentes,
y cada boca al céfiro que pasa,
y al cielo azul los ojos y las frentes.
Al fin soltó su garra áspera y fría
el concentrado y taciturno invierno
y entran en comunión de simpatía
nuestro mundo interior y el mundo externo.
Rafael Pombo. Colombia (1833-1912)