Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual algunos naufragaron en cuanto a la fe (1 Timoteo 1:18-19).
Dios nos dio el regalo de la conciencia como brújula moral, si la ignoramos, naufragamos o iremos a la deriva. Al escribir a Timoteo, Pablo le encargó al joven que guardara las verdades de la fe y una buena conciencia. Ignorar cualquiera de ambos consejos pondría en peligro a Timoteo.
La conciencia es un monitor interno que juzga nuestras acciones como correctas o incorrectas, pero ella está alterada y necesita ser redimida. Dependiendo de cómo haya sido programada, nuestra brújula moral tiene incluso el potencial de empujarnos en la dirección equivocada.
Pablo mismo es una ilustración de ello. Su educación formal como fariseo le había enseñado que los cristianos eran una amenaza para Dios y la fe judía. Su conciencia había sido programada para pensar que matarlos sería un servicio al Señor. Persiguió ferozmente a los creyentes sin una pizca de sentimiento de culpa. Solo después de que Cristo literalmente chocara con Pablo en el camino a Damasco, su sentido interno del bien y del mal fue transformado, y el rumbo de su vida cambió.
Necesitamos que las verdades de la fe moldeen y modulen nuestra conciencia para poder confiar en que ella nos guíe en la dirección correcta (evitar una conciencia sinceramente equivocada). Tome un momento para preguntarle al Señor si hay algo que está nublando sus señales internas, examínese y confíe en las promesas de Cristo.
«Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.» (Proverbios 3:5-6).
Lee. Medita. Aplica.
-Anónimo-