Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Romanos 6:13
Uno de los roles del Espíritu Santo es hacer que los creyentes tengamos conciencia de las actitudes y acciones que son contrarias a la voluntad de Dios. Si decidimos resistir el convencimiento, trataremos de acallar la voz del Espíritu Santo, lo cual significa, por lo general, dar al Señor menos de nuestro tiempo o nada en absoluto. En consecuencia, el pecado no confesado nos alejará del Padre en vez de deleitarnos en nuestra relación con Él.
Pecar suele sentirse bien por un tiempo. Por ejemplo, podemos justificar nuestra amargura cuando la otra persona nos ha hecho daño. A veces, queremos aferrarnos al resentimiento y prolongar nuestro sentido de validación. Como cristianos, sin embargo, no deberíamos manejar nuestra vida por emociones. Hemos de tener en cuenta la verdad de Dios: la Biblia dice que si nos negamos a confesar y arrepentirnos, el pecado esclavizará nuestro corazón y destruirá nuestro testimonio.
«El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.» (Proverbios 28:13).
Satanás nos tienta con pecados que harán sentir bien a nuestro ser natural: un hábito que produce placer o consuelo es más fácil de justificar que uno que parezca repulsivo. Pero en realidad, ningún pecador es feliz siguiendo la maldad. El gozo auténtico se encuentra solo en la unidad con el Señor.
Lee. Medita. Aplica.