Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (Proverbios 4:20-23).
La fuente más obvia de sabiduría divina es la Biblia. Allí encontramos los principios del Señor para el correcto proceder, carácter y conducta que se aplican a las situaciones y decisiones a las que se enfrenta todo ser humano.
Todos somos capaces de recordar momentos en los que no reaccionamos con sabiduría. Esos incidentes se pueden remontar a una de dos posibilidades: o no conocíamos cierto principio bíblico, o conocíamos el principio aplicable, pero decidimos ignorarlo. Para asegurarnos de que estamos familiarizados con las normas de Dios y con la importancia de obedecerlas, tenemos que pasar tiempo leyendo y entendiendo su Palabra.
Al esforzarnos por vivir para Cristo, adquirimos sabiduría cuando profundizamos en la Biblia, hacemos lo que ella dice y observamos el resultado, incluso cuando las consecuencias parezcan menos favorables. No se requieren clases especiales; Dios solo quiere un corazón obediente y un espíritu dispuesto.
«…Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.» (Salmos 51:17).
Lee. Medita. Aplica.
Anónimo