Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna (Romanos 6:22).
¿En qué piensa cuando escucha la palabra libertad? Por lo general, pensamos en el derecho a vivir como nos plazca e ir en pos de ambiciones y sueños. Sin embargo, vivir para uno mismo nunca es libertad. Cuando el apóstol Pablo dijo: «¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?» (Romanos 6:16), estaba señalando que podemos elegir entre el pecado o la justicia. Si no vivimos para Cristo, nos encontraremos esclavizados a los deseos y hábitos pecaminosos.
Dios quiere liberarnos de toda forma de esclavitud que nos impida llegar a ser quienes El quiso que fuéramos cuando nos creó. Este tipo de libertad no se logra mediante la guerra, ni de hacer lo que querramos, sino por medio del conocimiento de la verdad y la sumisión a Cristo.
Si tiene dificultad para vencer un pecado en particular, a pesar de haberlo confesado y haberse arrepentido, busque la raíz subyacente (lo que está por debajo de algo o permanece oculto) que alimenta ese pecado como la ira, orgullo, envidia, amargura, rencor, la lujuria o la preocupación y salga de eso.
En vez de permitir que esas emociones nos controlen, hemos de permitir que las verdades de Dios llenen nuestra mente e influyan en nuestro comportamiento. Cuando fuimos salvos, Cristo nos liberó del dominio del pecado y nos dio el Espíritu Santo para que podamos vivir en obediencia. Además, Dios nos ha dado una nueva naturaleza creada a la semejanza de Cristo, Pablo lo explica; «Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.» (Efesios 4:24).
Él nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir en obediencia, de manera que los creyentes nunca somos víctimas indefensas del pecado.
Lee. Medita. Aplica.
Anónimo