Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación (1 Pedro 2:1-2)
Si alguien en realidad ha sido salvo, será evidente hambre por la Palabra de Dios. Eso es porque, como creyentes, hemos saboreado la bondad del Señor y, por tanto, anhelamos conocerlo con más profundidad. Mordisquear por costumbre las Sagradas Escrituras no hace mucho para estimular nuestro apetito. La Palabra de Dios es un gusto adquirido, y cuanto más la consumamos, mayor será nuestra hambre por ella.
Si usted ha perdido su deseo de la Palabra, pídale al Señor que le restaure el apetito por leerla todos los días. A medida que se familiarice más con la Biblia, notará que su entendimiento y deseo de ella aumentan. Y lo mejor de todo, es que su amor y su devoción por su Salvador crecerán también.
«La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.» (Salmos 19:7-8).
Lee, Medita y Aplica!
Anónimo