Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
Dios quiere un corazón dispuesto en el momento y en el lugar señalado que escuche sus órdenes. También quiere un corazón lleno de verdadera adoración. Todo el afecto y el pensamiento del creyente deben ponerse en Cristo. Todas sus metas, propósitos y proyectos se dirigen a Él. Él es suyo en definitiva.
«Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.» (1 Corintios 10:31).
¿Está dispuesto? ¿Es un adorador? ¿Es su propósito en la vida concentrarse en la persona de Cristo? ¿Es Él causa de su deleite? El tener esa actitud significa estar controlado por el Espíritu Santo, que es el único que puede hacer que usted llame a Jesús Señor; «…Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.» (1 Corintios 12:3). Todos sus bienes y recursos, todo su tiempo, toda su energía, todo su talento y todos sus dones deben estar controlados por Él, y centrados en Él.
Eso también significa estar concentrado en la Palabra (la Biblia) porque es en la Palabra donde se ve a Cristo. Se mira su Gloria en la Palabra. Así como Cristo vino al mundo para dar su vida a fin de atraer a las personas hacia sí mismo, usted debe hacer lo mismo.
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.» (Romanos 11:33-36).
Lee, Medita y Aplica!