Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (…) perdonad, y seréis perdonados.
¿Cómo puede usted anular la deuda de sus deudores si no comprende su propia deuda? ¿Cómo puede ofrecer libertad si usted nunca la ha recibido? Uno de los mayores obstáculos para perdonar a los demás es nuestra incapacidad de comprender la profundidad del perdón de Dios para con nosotros. Hasta que acepte que el Señor ha pagado la pena por su deuda, no pondrá fin a sus esfuerzos para cobrar a los demás.
«soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.» (Colosenses 3:13)
Si usted cree lo que Dios dice, esta gloriosa libertad puede comenzar a hacerse clara en su conciencia. Entonces será capaz de comenzar el proceso de ofrecer el perdón total a quienes le hayan agraviado. Debe decidir dejar todo castigo o represalia al Señor. Es vital que renuncie a sus “derechos”, ya sea de desquitarse o de que se haga justicia. Recuerde que podemos confiar por completo en que Dios manejará como corresponde toda injusticia que hayamos sufrido, porque Él es el juez final.
«No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.» (Romanos 12:19).
Lee, Medita y Aplica!