Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
Cada semana, las iglesias se llenan de personas que experimentan una amplia gama de problemas y, como creyentes, hemos de llevar las cargas los unos de los otros, «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.» (Gálatas 6:2). No es solo el trabajo del pastor, él no puede estar al tanto de todas las necesidades de la congregación. Por eso todos estamos llamados a ayudarnos unos a otros. Sin embargo, lograrlo requiere algunos cambios de nuestra parte.
SENSIBILIDAD: Si no somos sensibles a lo que las personas enfrentan, ¿cómo podemos orar por ellas u ofrecerles apoyo? Pídale al Espíritu Santo que le ayude a sensibilizarse con las luchas de los demás.
ACEPTACIÓN: Debemos aceptar a los demás creyentes como Cristo nos ha aceptado a nosotros. Eso significa estar dispuestos a compartir las cargas de los demás, sin importar quiénes sean.
DISPOSICIÓN: Ayudar a la gente puede resultar inconveniente, pero una comunidad de fe prospera cuando auxiliamos a quienes nos rodean.
El Señor es quien consuela a los que sufren y ayuda a los débiles, pero a menudo lo hace por medio de su pueblo. La Biblia nos dice que toda la ley se cumple en un solo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5.14). Y usted, ¿apoya solo a sus seres queridos, o le demuestra amor a todo el que le rodea?
«Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.» (Santiago 2:1).
Lee, Medita y Aplica!