Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Cristo dijo que los dos mandamientos más grandes son estos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” y “…Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22.37-39). ¡Qué tarea tan abrumadora!
Con nuestras propias fuerzas, encontraremos que tener éxito está más allá de nuestro alcance, pero el Señor ha provisto una manera para que los cristianos logremos lo imposible. El Espíritu Santo que habita en nosotros obra para producir su fruto, «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.» (Gálatas 5:22-23). La primera cualidad mencionada es el amor, y las ocho restantes son, en realidad, descripciones de cómo se expresa.
El amor no se produce esforzándose más por mostrar buena voluntad hacia alguien que es irritante o con quien es difícil llevarse bien. En vez de eso, piense más en el proceso como si fuera la savia que corre a través de una rama en una vid. De manera similar, el Espíritu fluye a través de nosotros, produciendo el amor de Dios, para que podamos expresarlo a Él y a los demás.
Cada vez que demostramos bondad, paciencia o gentileza es obra de Dios, no nuestra. Incluso la adoración que ofrecemos no es algo que producimos en nuestro corazón sin su ayuda. Aunque el mandato de amar es abrumador, la gracia de Dios lo hace posible.
«…Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.» (Lucas 18:27).
Lee, Medita y Aplica!