Efesios 4:30-32

Estándar

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

¿Alguna vez ha considerado cómo ciertas de sus actitudes y acciones entristecen al Espíritu Santo? En el momento de la salvación, Él vino a morar en usted y le selló como posesión de Dios. Esto significa que usted ya no es su propio dueño, pues ahora pertenece al Señor y debe vivir de una manera que refleje a Cristo.

Es obvio para nosotros que mentir, adulterar y robar es malo, pero con frecuencia toleramos el sentir ira, amargura y resentimiento. Todas las áreas de nuestra vida se ven afectadas cuando nos negamos a extender a los demás el perdón que Cristo nos concedió con tanta generosidad.

Aunque el dolor y la injusticia de una ofensa pueden romper nuestro corazón, el negarnos a perdonar le niega a Dios la oportunidad de redimir la herida. Nosotros queremos que Él cambie al ofensor y haga que se arrepienta de lo que ha hecho, pero el Señor quiere transformarnos a nosotros. Un espíritu perdonador fluye de nuestra nueva naturaleza semejante a la de Cristo y nos permite ver a los demás con ojos de gracia y misericordia.

Y algo más que puede aumentar nuestra disposición a perdonar es un conocido principio del Sermón del monte del Señor Jesucristo: tratar a los demás de la misma manera que queremos que nos traten a nosotros, «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.» (Mateo 7:12).

Lee, Medita y Aplica!

Deja un comentario