¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.
Cumplir con el propósito de Dios para nuestra vida comienza con un corazón limpio que ama al Señor y quiere obedecerlo. Sin embargo, todos nacemos con una naturaleza pecaminosa. Pero la salvación nos transforma, «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (2 Corintios 5:17).
La muerte de Cristo en la cruz pagó la pena por nuestras transgresiones y destruyó el poder del pecado sobre nosotros. Al recibir a Cristo como Salvador, nos convertimos en nuevas criaturas con corazones sensibles a la dirección del Espíritu Santo y con mentes que desean conocer mejor al Padre. También recibimos el poder del Espíritu Santo para rechazar el pecado y obedecer a Dios.
Pero ¿cómo podemos mantener limpio nuestro corazón? La mejor manera es meditando en las Sagradas Escrituras. Hacerlo nos ayuda a descubrir las áreas donde hemos sido fieles, y también los puntos donde nos hemos desviado de su camino. Expresar arrepentimiento genuino nos limpia, «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.» (1 Juan 1:9). Cuando nos esforzamos por seguir la voluntad del Señor, discernimos su plan y nos sometemos a Él.
Llegar a ser la persona que Dios desea que seamos, requiere una relación estrecha con Él y el deseo de obedecerlo. Separados de Él, nada podemos hacer, «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.» (Juan 15.5).
Cooperar con la obra transformadora del Espíritu Santo nos ayudará a mantener nuestro corazón limpio y abierto a Dios.
«Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.» (Salmo 51:17).
Lee, Medita y Aplica!