CARTA A LAS ANCIANAS DE LA IGLESIA

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Comienzo esta carta con una historia triste. Las primeras dos mujeres a quienes les pedí ayuda -tutoría- me respondieron “no.” Me sentí morir.

Conocía bien a ambas mujeres. Servíamos en la misma iglesia y disfrutábamos la misma dulce comunión como hermanas en Cristo, y ambas eran mujeres que tenían el título de “Tito 2” escrito en la frente: modelos de reverencia, dominio propio, amantes de sus esposos e hijos, etc., etc.
Se preguntarán “si ya aprendía de ellas, ¿qué más andaba buscando?

Yo era muy joven, recién llegada al cristianismo; anhelaba relacionarme con una mujer con la que pudiera ser un libro abierto, alguien que me tomara de la mano en mi caminar de fe y en mis inicios como esposa y madre. Necesitaba una madre espiritual, alguien que me enseñara y entrenara a vivir para la gloria de Dios en todo.

Años después, en conversación con una de estas mujeres, hubo un momento en que se tocó el tema del discipulado femenino. Ella se quedó quieta, y luego me dijo “sabes, he pensado mucho en aquella vez que solicitaste, la verdad nadie me lo había pedido antes y no supe qué decir; yo no estaba tan ocupada para ti. Pero tuve miedo porque me sentí incapaz de hacer lo que me pedías. Querida te ruego que me perdones por cómo te respondí aquella vez.

Caray, esto me hizo pensar y orar mucho por las mujeres ancianas, ¿cómo alentarles a abrazar el llamado de entrenar jóvenes de acuerdo al mandato de Tito 2?

Pero, ¿quiénes son mujeres mayores? Hay al menos tres propuestas para definir quién debiera considerarse “mayor [o anciana].” Algunos dicen que la marca es ser madura. Otros dicen que siempre habrá alguien más joven que uno, es decir que, en un sentido, siempre seremos mayores. Otros dicen que es asunto de edad (¡pero nadie se atreve a poner un número!).

De la Escritura sabemos que los 50 años de edad eran la edad límite para los levitas servir en labores manuales del Tabernáculo, pasaban entonces a supervisar hombres jóvenes que realizaban las areas pesadas (Números 8:25-26). Noemí tenía edad pasada para tener hijos, Ruth fue la encargada de ir a cosechar en los campos de Booz (Ruth 1:1-4,12; 2:2). La Biblia alaba las canas y la ancianidad (Proverbios 16:31; 20:29; Isaías 46:4). Elizabeth estaba en la edad madura cuando concibió, y aunque embarazada, hizo tiempo para la joven María (Lucas 1:36,39-45,56). También sabemos que las mujeres solo recibían soporte de la iglesia si eran mayores de 60 años (1 Timoteo 5:9-10).

Por lo tanto, estos breves pasajes me llevan a escribir a mujeres de fe, experimentadas, que están más allá de los años casaderos o de tener hijos, que son elegibles para retiro de labores diarias, y que tendrían más libertad para sostener e instruir mujeres jóvenes.
Quiero señalar tres cosas a estas mujeres: (1) no permitas que te desanimen expectativas super altas, (2) necesitamos más instrucción práctica, (3) anticipa ganar más de lo que des.

Sí, amada hermana, quiero decirte que nuestras expectativas son altas. No es para desanimarte. Piensa más bien que tú tienes la sabiduría y experiencia para hablar directo a las necesidades, heridas, deseos, de jóvenes mujeres. Es verdad que algunas luego tenemos expectativas inflexibles, no bíblicas, egoístas, irreales, de las ancianas. Pero ¡precisamente por ello es que te necesitamos!
Necesitamos aprender a enraizar nuestras amistades, consejos, conocimiento, feminidad, en la obra terminada de Cristo a nuestro favor. Cristo hizo lo que nunca haríamos por nosotras mismas. Ninguno de nuestros esfuerzos tiene mérito alguno. Tú puedes ayudarnos a balancear las expectativas, dirigiéndonos a Cristo y recordándonos que la esperanza está en El.

Déjame decirte cuatro maneras donde no tenemos balance, y cómo puedes ayudar:
Figura materna. Las voces de la cultura que nos rodea son muy drásticas, distorsionando lo que significa ser mujer. Algunas no hemos tenido influencia piadosa, espiritual, de las madres que tuvimos. Nunca recibimos guía práctica femenina. Queremos aprender de ti a perdonar, femineidad bíblica, y cómo criar a nuestros hijos.

Teóloga residente. Algunas queremos una mujer que conteste todas las preguntas difíciles, que nos enseñe teología, que sea nuestra Concordancia y Diccionario Bíblico andante. Queremos aprender de ti cómo buscar a Dios nosotras mismas, cómo profundizar en la Palabra de Dios y obtener conocimiento que alimente nuestra fe y dependencia en el Señor.

Consejera pro bono/casi Espíritu Santo. Algunas buscamos una mujer que resuelva problemas, que haga llover sus años de experiencia y sabiduría, que nos diga cómo responder a cada obstáculo encontrado como cristianas. Queremos aprender de ti cómo apoyarnos en el Espíritu Santo como nuestro consejero y cómo buscar a Dios en oración y en Su Palabra por sabiduría para navegar las dificultades de la vida.

Amiga/compañía social. Algunas solo queremos una amiga. Alguien con quien hablar, cocinar, ir de compras, pasar un rato juntas. De ti, necesitamos aprender que hay amigas más cercanas que hermanos o hermanas; entender cómo divertirnos para la gloria de Dios y cómo vivir de manera práctica y sabia en un mundo caído.

Pero necesitamos mucho más que instrucción práctica. Luego se lee Tito 2:1-5 como instrucciones muy prácticas que el Señor da vía pastores a mujeres ancianas para que instruyan a las jóvenes. Es verdad que sí importa cómo vivimos delante de Dios y de los hombres, es decir las que somos casadas cómo tratamos a esposos e hijos, algo crucial al amor, gozo y paz de nuestros hogares.
Pablo enseña que ser fieles en estos puntos prácticos honra la Escritura y la vuelve más atractiva -evidencia de la obra divina en nosotros. “El evangelio apodera y nos compele a vivir nuestro diseño, el evangelio provee el contexto en el cual tiene sentido el diseño de ayuda idónea.”
Sin embargo, si nos dedicamos solo a lo práctico, solo a roles y conductas, dejaremos de percibir el propósito redentor en nuestro quehacer. Los esfuerzos no tendrán raíz en el evangelio. Nuestro carácter no estará moldeado por el Espíritu. Todo esto disminuirá nuestro llamado como redimidas mujeres de Dios.

Al ayudarnos a vivir Tito 2:3-5, reconoceremos que el asunto principal no es si la mujer debiera trabajar fuera del hogar, por ejemplo, sino si la mujer demuestra santidad en su trabajo dentro o fuera del hogar.
Lo más importante es exhibir el fruto del Espíritu -amor, dominio propio, pureza, diligencia, gentileza, sumisión, reverencia. La atención centrada en la santidad, demostrada por el fruto del Espíritu, permite que cualquier mujer -casada o soltera- lleve a cabo y reciba enseñanza e instrucción. Limitar el pasaje a lo doméstico es restringirlo.
Tito 2 no es meramente sobre lo doméstico; es sobre la santidad que adorna al evangelio.

Finalmente, pienso que debieras anticipar ganar más de lo que das. Las jóvenes queremos aprender de ti. Anhelamos ser estimuladas por ti, equipadas por ti, y corregidas por ti (bueno, casi siempre, ejem). Queremos crecer en fe.

Pero te ruego que veas lo que el Señor quiere que tú ganes con la inversión en nuestras vidas. Pienso que el Señor continuará alentando y equipándote a vivir para Su gloria. En mi limitada experiencia con mujeres más jóvenes que yo he aprendido muchas cosas. Algunas veces me siento totalmente incapaz en mis intentos de ministrar. ¡El Señor me recuerda que ciertamente soy incapaz! El me fortalece y permite que otras vean mis tribulaciones y pecados pero sobre todo mi respuesta a lo que Dios trae.
Mediante esta clase de vulnerabilidad he aprendido que mi vida es un libro abierto a las mujeres que discipulo. He aprendido a confiar en los buenos propósitos de Dios para mis luchas y a recibir consuelo de modo que pueda consolar a otros.

Luego pienso en la petición que hice a aquellas dos mujeres piadosas. Aun cuando su negativa me decepcionó, nunca pensé que fueran menos piadosas.

Me doy cuenta que muchas ancianas nunca han recibido y más bien necesitan y desean entrenamiento intencional para ser madres espirituales. Mucha de esta enseñanza se recibe en iglesias locales que enseñan buena doctrina por hombres fieles.

Pienso que puede hacerse más para ayudar a las ancianas a que articulen la sabiduría que han obtenido a lo largo de años de vivir como mujeres que siguen a Cristo, y que puedan pasarla a la siguiente generación. Si esto no sucede, las jóvenes continuarán aprendiendo de las ancianas pero a distancia.
Amada hermana, quizás no tengas todo el entrenamiento y las herramientas, pero tienes una vida que otras pueden mirar e imitar. Dios obró en mi corazón a través del “no.” Quiera el Señor obrar en tu corazón para decir “sí.”

Tomado de «Older and Younger: Taking Titus Seriously» by Susan Hunt and Kristie Anyabwile in Word-Filled Women’s Ministry: Loving and Serving the Church edited by Gloria Furman and Kathleen B. Nielson, © 2015, pp. 158-170. Used by permission of Crossway, a publishing ministry of Good News Publishers, Wheaton, IL 60187, http://www.crossway.org.

CARTA A LAS JOVENES DE LA IGLESIA

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Cómo quisiera estar con ustedes en mi terraza, con un vaso de té frío y conversar sobre Tito. Hay tantas cosas que quisiera decirles, cosas que ojalá hubiera sabido a esa edad. Pero hoy hablemos solo de por qué es importante tomar en serio el mandato de Tito 2:3-5

Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.

Andaba en los ’40 cuando empecé a notar la belleza de este imperativo bíblico. Como esposa de un pastor joven, mi arrogancia espiritual no me permitía valorar a las mujeres mayores en mi vida. Juzgaba su espiritualidad según mis estándares y, la verdad, no reconocía su obediencia quieta, estable, durante décadas, tanto en tiempos de regocijo como de tristeza.
Yo no tomaba en serio Tito 2 así que perdí una de las más ricas provisiones de gracia divina para mi crecimiento en la gracia. Mi tristeza sobre mi pecado y pérdida solo es eclipsada hoy por la maravillosa paciencia y el amor de Dios por esta hija llena de orgullo.

Es un regalo maravilloso que ahora, en mis ‘70s, me hayan invitado a compartir mi aventura de Tito 2 con ustedes. Nunca fue un viaje solitario. Mis convicciones y compromisos nacieron en el contexto de una iglesia que predica sana doctrina. El Señor usó a mi esposo y otros líderes de la iglesia, a muchas mujeres y a dos eventos particulares para modelar la trayectoria de esta jornada.

El primer evento sucedió hace casi 30 años cuando me nombraron Directora del Ministerio de Damas de la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos. Bien pronto me dí cuenta que los recursos eran muy escasos para navegar en medio de la confusión de lo que ha de ser y hacer un ministerio de mujeres, así que al investigar la Palabra de Dios aterricé en Tito 2:3-5.
Lentamente, la idea capturó mi mente; pero mis ideas eran bien minimalistas. Lo que quería era desarrollar un plan para juntar mujeres jóvenes y mayores y terminar con el asunto. Pero al orar sobre el pasaje, acabé orando sobre el capítulo, luego sobre la carta entera y luego sobre la Biblia entera. Dice el Catecismo de Westminster que “las Escrituras manifiestan por sí mismas ser la Palabra de Dios… por el consentimiento de todas sus partes, y la visión del todo, que es dar toda gloria a Dios.”
Tener “la visión del todo” me ayudó a entender con más claridad, intensificó mi pasión por Tito 2 y pude ver esta responsabilidad del pacto familiar dentro de la gran historia de la redención.
Eva significa “dadora de vida.” No me parece que este calificativo sea puramente biológico. La vida de Cristo en nosotras capacita para que seamos dadoras de vida, no succionadoras, en cada relación, cada circunstancia, cada temporada de vida. Su gracia nos apodera para nutrir vidas de pacto -vidas basadas en las infalibles promesas de Dios en Cristo- en nuestros hogares, iglesias, vecindarios y lugares de trabajo.

El problema es que en un mundo caído luego preguntamos igual que Caín “¿soy yo acaso guarda de mi hermano?” Necesitamos ser discipuladas en la Palabra de Dios, exactamente el mandato del Señor Jesús a su iglesia.

Tito 2:3-5 hace el mandato género-específico. Tito 2 es más que un sistema para emparejar mujeres de diferentes generaciones. Tito 2 es acerca de ser guarda de mi hermana y discipular para vivir para la gloria de Dios de acuerdo a Su Palabra. Tito 2 es parte de la obediencia eclesiástica a la Gran Comisión. Tito 2 es ser dadoras de vida. O sea que al renovar mi mente y notar la magnitud del mandato el Señor me preparó para el siguiente paso.

El segundo evento fue el llamado que mi esposo recibió a servir en una iglesia con una rica mezcla generacional de gente piadosa. Tito 2 se convirtió en algo intensamente personal y práctico. Muchas veces me pregunté si era una mujer mayor o si era una mujer joven.
En lugar de desilusionarme porque las mayores carecían de liderazgo, decidí escucharlas. Les pedí compartir sus historias, que nos dijeran lo que les habría gustado saber a nuestra edad, nos contaran de sus versos bíblicos e himnos favoritos.
Pronto, mujeres jóvenes y mayores andaban juntas, conociéndose, amándose, aprendiendo unas de otras mientras discutían aplicaciones de la Palabra de Dios y oraban juntas. Nos dimos cuenta que cada una era mujer joven y mayor al mismo tiempo; que había una vibrante mutualidad al aprender y nutrir la fe de unas y otras.

La descripción de Pablo de esta clase de discipulado es profunda, eternal:

Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegasteis a sernos muy amados  (1 Tesalonicenses 2:7-8).

Este discipulado es educador, relacionador, transformador. Las mujeres necesitamos mujeres maduras que enseñen “lo que es bueno” de acuerdo a la Palabra de Dios. Necesitamos aprender las bases teológicas de nuestro diseño creador, nuestro papel en el hogar y en la iglesia, nuestro llamado a ser dadoras de vida en cada rol y etapa que estemos. Necesitamos mujeres que compartan su vida y entrenen a cómo vivir la vida cristiana -cómo amar a otros, cómo cuidar la familia, cómo cultivar comunidades, cómo trabajar productivamente, cómo extender compasión de acuerdo a la Palabra de Dios. Necesitamos mujeres piadosas que oren y de continuo puntualicen la suficiencia de la Escritura para transformarnos en dadoras de vida.

Tito 2:3-5 es una maternidad. No tiene que ser biológica. Algunas de las mejores madres espirituales que conozco nunca han parido hijos biológicos. Lo que sí debemos notar es que ser madre es costoso. Es sacrificial.
De modo que la primera pregunta es ¿por qué? ¿Por qué haría una mujer esta clase de inversión?
Si la motivación es culpa, realización personal, entusiasmo por un nuevo programa o ministerio…estamos perdidas.
Pablo nos enseña la única razón razonable para obedecer:

Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús (Tito 2:11-13)

El evangelio es la única motivación que incentiva a una vida de obediencia: el Señor Jesús apareció en gracia y aparecerá en gloria. Mientras tanto hagamos discípulos.

Y Pablo es bien rápido para asegurarnos que el poder es del evangelio, no de nuestra capacidad de persuadir:

aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús quien se dio a sí mismo por nosotros, para REDIMIRNOS DE TODA INIQUIDAD y PURIFICAR PARA SI UN PUEBLO PARA POSESION SUYA, celoso de buenas obras (Tito 2:13-14)

Jesucristo es quien redime y purifica. Cuándo y cómo responderá una mujer es trabajo de la gracia de Dios. Pero si responde o no responde, de todos modos Dios hará en mí su obra purificadora y redentora al compartir el evangelio y mi vida con otros.

No es mi historia; es la historia de la gracia de Dios. Mi tardía respuesta a Tito 2 fue parte del plan soberano de Dios para mí, quizás para darme una pasión de urgirte a que no pierdas ninguna oportunidad de convertirte en una mujer involucrada en discipular relaciones con otras mujeres.

Mi querida amiga, no conozco tu cara o tu nombre, pero si confías en Dios para tu salvación, eres mi hija espiritual porque Dios te adoptó en nuestra familia. Y por ello,

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros…por vuestra participación en el evangelio…estando convencido precisamente de esto:que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.

Es justo que yo sienta esto acerca de todos vosotros, porque os llevo en el corazón, pues tanto en mis prisiones como en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia (Filipenses 1:3-7).

Tomado de «Older and Younger: Taking Titus Seriously» by Susan Hunt and Kristie Anyabwile in Word-Filled Women’s Ministry: Loving and Serving the Church edited by Gloria Furman and Kathleen B. Nielson, © 2015, pp. 158-170. Used by permission of Crossway, a publishing ministry of Good News Publishers, Wheaton, IL 60187, http://www.crossway.org.

Mujeres en crisis

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¿COMO MINISTRARLES?

Kristie Anyabwile es esposa de pastor y madre de Afiya, Eden y Titus. Apoya gozosamente a su esposo Thabiti, casados desde hace 24 años, en su labor pastoral en Anacostia River Church en el sureste de Washington, DC. Kristie es ama de casa y ama discipular mujeres.

Luego nos resulta difícil ministrar a otras en situaciones difíciles, trágicas. ¿Cómo servir? No tengo suficiente conocimiento de Biblia o suficiente sabiduría. La situación de la otra persona pudiera estar más allá de mi propia experiencia… Escucho, intento parecer calmada, pero en mi interior hay pánico, temor de no tener nada que ofrecer a esa hermana.

La mala noticia es que efectivamente somos ineficaces. La buena noticia es que Cristo es más que suficiente para lidiar con cualquier situación traumática. Es a El a quien debemos dirigir a esa hermana que lucha.

¿Cómo dirigirla a El?

  1. SE CREYENTE.

Quizás el aspecto más difícil para ministrar a mujeres en crisis sea ayudarles a creer. Algunas veces no creen que las cosas vayan a mejorar, o de que Dios sea bueno en su sufrimiento, o de que el gozo retornará, o de que Dios perdonará su pecado. Pero el dolor pierde su aguijón, como proclama David en el Salmo 30:5b «el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría.» ¡Servimos a un Dios que levanta muertos a vida! ¿Habrá algo difícil para El?

Algunas veces debemos afirmar esto para nuestras amigas, hasta que ellas sean capaces de creer por sí mismas. Y no, esto no es teología de «nombra y declara.» Nos acercamos al Señor con toda humildad, Dios es soberano y hace Su voluntad. En la lucha contra el pecado hemos de mirar a Jesús, «quien por el gozo puesto delante de El, soportó la cruz» (Hebreos 12:2). Jesús aceptó la voluntad de Dios y se deleitó en ella.

2. SE DISPONIBLE.

Nuestra mentalidad de lo instantáneo quiere que todo se resuelva YA. Creemos que si combinamos los versos apropiados con la oración correcta y hacemos las cosas adecuadas, entonces los problemas desaparecerán. Pero no es verdad. Es necesario que estemos disponibles a largo plazo, aunque sepamos que el sufrir, el pecado, y la muerte son momentáneos. A la luz del eterno peso de gloria, si es un día, o unas semanas, o 50 años, todo es un momento.

Consolemos con el consuelo que hemos recibido de Cristo. Quizás puedas apoyar a tu amiga dando gracias a Dios en su lugar. Quizás no experimentamos el mismo dolor, pero conocemos al Señor como «Padre de misericordias y Dios de toda consolación.» (2 Corintios 1:3b).

3. SE EN LA PALABRA

La Palabra de Dios es el medio más efectivo para alentar el creer. Nos enseña cómo es El, qué ha hecho a nuestro favor, y cuáles son Sus promesas para esta vida y la que vendrá. Aumentar nuestro conocimiento de Dios aumenta nuestra fe. ¿Recuerdas lo que pasó con Moisés, la rebelión del pueblo y el asunto del becerro de oro? ¿Qué hizo perseverar a Moisés? Dios se reveló a Moisés, y Moisés adoró -en lugar de derrumbarse en la depresión. (Exodo 34:6-7).

Es tentador escudriñar las Escrituras buscando versos que parezcan relacionados a una situación específica (lo cual es bueno en sí mismo). Pero abrir la Escritura buscando conocer a Dios, Su persona, Su carácter, y hacerlo de modo regular, día a día, en tiempos no de crisis, es la mejor preparación para tiempos de cualquier crisis, porque entonces nos apoyaremos en aquellas verdades ocultas en nuestro corazón. Y a medida que estudies, ora. Ora la Palabra de Dios para ti y con tu hermana herida. Dios oye y contesta la oración.

4. SE CONECTADA

Es vital conectarse a una iglesia local. Sabremos cómo, dónde, cuándo obtener ayuda adicional. Algunas mujeres necesitan mucha mayor disponibilidad que nuestra capacidad. Otras veces seremos de muy poca ayuda en cierta situación. No trabajes sola. Llama a un pastor o a un anciano para que te ayuden a amar y sostener a tu hermana. Busca alguien en tu iglesia que pueda proveer consejería o ayuda práctica o que sepa dirigir a recursos especiales.

Es vital conectarse a una iglesia local para beneficio espiritual propio. Ministrar a mujeres en crisis construye fe, al mirar cómo obra el Señor. Produce gozo en las oportunidades de puntualizar evidencias de la gracia de Dios en medio del dolor o pecado o pérdida. ¡Pero es duro! No se te ocurra apartarte del Cuerpo de Cristo.

Integrar un ministerio entre mujeres dentro de la vida de una iglesia ayuda a balancear tensiones y multiplica beneficios. Nuestra conexión a un cuerpo local ofrece la clase de soporte que necesitamos para ser efectivas en ministrar a mujeres en crisis. Y la conexión de ellas al Cuerpo beneficia sus almas al sentarse bajo la Palabra de Dios y ser alentada, amada, exhortada, oír la oración de todo el Cuerpo (no solo la tuya).

5. SE ALEGRE

Cristo mismo es la sabiduría (Proverbios 8:22-31). Y la sabiduría se regocija siempre delante del Padre (vv.30-31), apoyada en tres cosas específicas en las que Cristo mismo se regocija: la presencia de Dios, Su creación, y Su familia.

Podemos estimular a una mujer que se regocije en la presencia de Dios. Como creyente en Jesucristo, quien murió y resucitó por ella, es recipiente del Espíritu. Nunca la abandonará. La sostendrá por Su gracia.

Podemos estimularla a que se regocije en Su creación. Haz una caminata. Observa las pequeñas cosas -hormiguitas, libélulas, caracoles. Visita un parque. Lleva a tu amiga. ¿Qué mejor oportunidad para levantar nuestra vista a la belleza de las obras del Creador y regocijarse en cómo declara Su gloria?

Y podemos estimularla a que se regocije en la familia de Dios al recordar misericordias específicas, al orar por las preocupaciones de otros, al pasar tiempo en comunión.

Finalmente, podemos regocijarnos en el hecho de que nuestra más grande necesidad es llenada por Cristo mismo en la cruz. En medio de crisis, recordemos que el Señor nos ha rescatado del dominio de las tinieblas y nos ha transferido al reino de Su amado Hijo, en quien tenemos redención y perdón de pecados (Colosenses 1:13-14). ¡He aquí nuestro más grande gozo!

5 ways to minister to women in crisis. Kristie Anyabwile. The Gospel Coalition.com

¿Cómo sirve una mujer ocupada…

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en un Ministerio de Mujeres?

Jen Wilkin es esposa, madre de cuatro hijos, y abogada de que las mujeres amen a Dios con toda su mente a través del estudio fiel de Su Palabra. Escribe, dicta conferencias, enseña Biblia a mujeres. Vive en Flower Mound, Texas, y su familia llama “hogar” a la iglesia The Village Church. Jen es la autora de Women of the Word: How to Study the Bible with Both Our Hearts and Our Minds (Crossway, 2014). Puedes encontrarla en jenwilkin.blogspot.com y seguirla en Twitter.

Cuando joven madre, escribí una carta a mi iglesia solicitando considerar formalizar el papel del ministerio de mujeres. El pastor ejecutivo me llamó a una reunión y prontamente me ofreció el trabajo. Me quedé sin habla. En esa época mis cuatro hijos iban de 1 a 5 años de edad. ¿Sería que este hombre estaba mal de la cabeza?
Explicó que claramente yo tenía una seria preocupación por las mujeres de nuestra iglesia, y me encomendó elaborar un calendario de acuerdo a mi persona. El conocía un secreto que a menudo es pasado por alto en nuestra frenética cultura: hacemos tiempo para aquello que más nos preocupa.

Así que, con el apoyo entusiasta de mi marido, me pasé tardes y horas de siesta construyendo un ministerio de mujeres. Durante esos años, no me comprometí con ninguna otra actividad, ni siquiera club de libros, club de padres, tiempo para ejercicio o para ver televisión. Aunque esas actividades tengan valor, las puse a un lado para dar espacio al ministerio porque sentí que revivía algo en mi interior. Es más, pude ver el poder del evangelio obrando entre el pueblo de Dios, cambiando vidas por Su Espíritu y Su Palabra.

Mi situación no es única. Las mujeres de nuestras iglesias son malabaristas de muchos compromisos. Ya sea que alguna lidere un grupo de estudio bíblico, o participe en algún estudio bíblico que requiera preparación, o planifique una conferencia, tendrá qué encarar cómo integrar tales actividades ministeriales dentro de todos los compromisos de su ocupada vida.

He aquí cinco consideraciones que me han ayudado a decidir si, cuándo, y dónde comprometer mi tiempo:

1. Recuerda tu primera área de ministerio

Nuestra primera área de servicio se debe a nuestras relaciones primarias. Cualquier compromiso ministerial que hagamos debe ser uno que no comprometa nuestra relación con esposos, niños, o padres. No significa que no podamos tomar tiempo fuera de esas relaciones (ir al gimnasio o al club de libros, por ejemplo, nos hará tomar tiempo); significa que debemos mantener presente el efecto de esos intercambios de tiempo.
Si eres casada, conversa con tu marido sobre tu anhelo de tener un rol ministerial. Asegúrate de que ambos estén en la misma página sobre encontrar un lugar de servicio y sobre el tiempo que el compromiso conllevará. Oren juntos sobre cómo cada uno puede estimular el crecimiento espiritual del otro e involucrarse en la iglesia. En mi experiencia, el tiempo otorgado al ministerio me ha hecho ser una mejor madre, hija, y esposa.
El tiempo dado al ministerio fuera de mi casa me ha ayudado a atesorar y nutrir el ministerio dentro de mi hogar. Quienes gastan sus días en ambientes profesionales y toman tiempo para un estudio bíblico semanal o alguna relación de discipulado, por ejemplo, a menudo hablan no solo de su propio crecimiento espiritual sino también de un corazón y capacidad creciente para ministrar a la familia, amigos, y colaboradores.

2. Valora (y re-valora) tu calendario

Si bien la mayoría nos quejamos de estar muy ocupadas, prestar atención a los “hábitos de gasto” respecto al tiempo a menudo revelará tiempo a discreción que reclamamos para mejores propósitos. Haz inventario de tu calendario para determinar dónde caen tus ventanas predecibles de tiempo discrecional. Luego observa alguna área de servicio que corresponda a esas ventanas.
Cuantifica -mide- cuánto tiempo dispones antes de comprometerte, y luego mantén ojo alerta sobre el tiempo real de compromiso una vez que entres a alguna oportunidad de servicio. A medida que entres en nuevas etapas de vida, re-valora si tu compromiso de servicio todavía se acomoda a tus cambiantes demandas de tiempo.
Un rol que te haga perder con regularidad las actividades de un niño probablemente sea una mala elección de temporada. Dos años más adelante, quizás, podrías acomodar ese rol. Busca y ora por compromisos que permitan máxima oportunidad de servir a tu familia eclesiástica dentro de la red de responsabilidades esenciales a las que Dios te ha llamado en el presente.

3. Busca un rol que resuene

Algunas veces tomamos algún rol de servicio sin referencia a nuestros dones o preferencias porque hay alguna necesidad inmediata que Dios nos permitió encontrar. Es una razón válida para servir, pero no siempre para hacerlo a largo plazo. Nuestra perspectiva de siervas y nivel de participación a menudo permanecerá más saludable cuando nos comprometemos a una área de servicio donde nos sentimos conectadas.
¿Qué amas? ¿Misiones? ¿Temas de justicia social? ¿Tutorizar madres jóvenes? ¿Hospitalidad? ¿Estudio Bíblico? Busca la manera de servir en aquella área de ministerio que te acelera el pulso.
Hay una razón por la cual Dios te dió un grupo particular de dones y pasiones. Permite que ello funcione como punto de referencia para determinar dónde invertirás tiempo y dar fruto conectada con el cuerpo de Cristo a tu alrededor.

4. Define el compromiso

A menudo, las mujeres se queman en el servicio porque un rol que empezó siendo manejable se disparó en el tiempo a una carga inmanejable. Para evitarlo, considera comprometerte a roles que posean descripción clara de la labor y del marco de tiempo.

Una buena líder de ministerio te puede decir con exactitud lo que necesita de ti. Pídele descripción por escrito. Luego, acepta responsabilidades adicionales solo si ambas están de acuerdo. Una buena descripción definirá tareas específicas, tiempo de compromiso semanal y duración de servicio esperada.
Comprometerse a un rol indefinido abruma y es riesgoso. En lugar de prometer tutoría a largo plazo a varias mujeres, por ejemplo, ¿por qué no considerar ofrecer reunirse con una mujer una semana sí y otra no durante una temporada o semestre?
A mejor definición de las expectativas de cada quien, desde el principio, más gustosamente podrás confiar tu tiempo al rol de servicio en cuestión.
Con todo, habrá ocasiones en el servicio donde seremos llamadas a extendernos más allá de toda expectativa. Por la gracia de Dios, dichas ocasiones traerán gran estiramiento [de una] pero también más profundo gozo.

5. Compañeros en servir

Dar tiempo para servir significará tomar tiempo de alguna otra área de nuestras vidas. Puesto que muchas mujeres son prestadoras primarias de servicios, es frecuente que las tareas domésticas sufran. Antes de que renuncies a tu papel de servicio porque el fregadero está lleno de platos, considera establecer un ministerio compartido.
Reconocemos la importancia que tiene el entendimiento de la familia del pastor de que la familia entera comparte el ministerio, no tan solo el pastor. El mismo principio es verdad con otras áreas de servicio dentro de la iglesia.
He impartido un estudio bíblico vespertino en los últimos 15 años. Mi familia inmediata sabe que, al manejar la comida y los platos en esa noche de la semana, no solo están ayudando a Mamá. Están compartiendo conmigo en ministrar a las mujeres.
Si un papel de servicio requiere que sacrifiques un aumento de tiempo que afecta a tu familia, considera cómo ellos podrían compartir y ayudarte a cargar las tareas que de otro modo caerían sobre ti.

Prioridad gozosa 

Al aceptar un compromiso definido que se acomoda a tu calendario, tus pasiones, y a tus valores sobre relaciones primarias, servir en un ministerio de mujeres no solo es alcanzable sino ricamente recompensable. Si te preocupa ministrar entre mujeres, si ves el enorme potencial de impactar hogares, iglesia, comunidad, para la gloria de Cristo, considera hacer de este servicio una prioridad gozosa entre las otras demandas de vida.
Es una manera sencilla de gastar una porción de nuestro tiempo para afectar la eternidad.
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Nota del Editor: Continuación de una serie destinada a tus preguntas específicas relacionadas a ministrar entre mujeres en el contexto de iglesia local. Tenemos un equipo de mujeres dispuestas a responder un selecto número de preguntas. Por favor, enviar todas las preguntas sobre el tema a nuestra coordinadora de iniciativas sobre la mujer,  Mallie Taylor (mallie.taylor [@] thegospelcoalition.org).

Luego, ten una copia del libro Word-Filled Women’s Ministry: Loving and Serving the Church (Crossway, 2015) [review]. Este nuevo libro bosqueja una visión del ministerio entre mujeres enraizada en la Palabra de Dios, nutrida en el contexto del pueblo de Dios, dirigida a la gloria del Hijo de Dios.
También puedes registrarte ahora para nuestra 2016 National Women’s Conference, Junio 16 to 18, en Indianapolis, USA.

Previo en esta serie:
• Why Women’s Ministry? (Kathleen Nielson)
• 5 Ways to Minister to Women in Crisis (Kristie Anyabwile)
• 5 Questions for Choosing Bible Study Material for Women’s Groups (Mary Wilson)
• 3 Ways to Incorporate Group Prayer Into Your Bible Study (Melissa Kruger)
• How Can I Help Women Struggling with Sexual Issues? (Trillia Newbell)
• 7 Ways Women Can Grow in Studying and Teaching Scripture without Seminary (Nancy Guthrie)

The Gospel Coalition.
Noviembre 03, 2015

Devocional

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De nuestra amada hermana Argelia, promovida al reino de los cielos junto a nuestro Señor y Rey y Salvador. He aquí uno de sus devocionales personales.

«Gracias Señor porque mi oración no vuelve vacía. Te he encontrado y me has guardado durante mi vida. Me has conducido hacia Tus fuentes de vida y has cercado mis pasos para guardarme.

Has dado entendimiento a mi alma, prudencia, y has quitado de mí la necedad. Mi alma está solo pendiente de hacer el bien, para agradarte.
Has fortalecido mis debilidades -que son muchas- y has puesto en mi corazón la gracia de la cruz de Cristo para hacerme digna delante de Ti.»

“Porque el que me halla, halla la vida, y alcanza el favor del Señor.” Proverbios 8:35

Mujeres que enseñan

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Enseño la Biblia a mujeres, tengo la esperanza de llegar a ver a muchas maestras calificadas, levantadas en la iglesia para hacer avanzar el conocimiento de la Biblia. Mas para que esta esperanza se convierta en realidad, se necesita ayuda pastoral. Sé que esta ayuda es posible porque he sido receptora de ella, he sido beneficiaria de abundante enseñanza y aliento pastoral.

‪En general, no hay gran desacuerdo en que las mujeres pueden y deberían enseñar a otras mujeres en el mundo cristiano. Pero, si las mujeres han recibido el don de la enseñanza, ¿cómo podría un pastor valorar, cultivar y emplear adecuadamente el don de las mujeres que enseñan?

‪Pastor, creo que usted podrá hacer exactamente eso si equilibra con cuidado dos verdades.

‪Usted la necesita

‪Puede que usted sea el mejor predicador del planeta. Pero Dios no le habría dado el don de enseñanza a las mujeres a menos que su enseñanza no fuese absolutamente necesaria para el bienestar espiritual de las mujeres de su iglesia. Usted necesita su ayuda. He aquí cuatro formas en las que una mujer que enseñe puede aliviar su carga:

‪1. Ella es un ejemplo que usted no puede ser. Cuando una mujer ve a alguien que se parece a ella, que suena como ella, y que enseña la Biblia con pasión e inteligencia, comienza a reconocer que también ella puede amar a Dios con su entendimiento -quizás más allá de lo que creyó que era posible o necesario. Las mujeres que solamente escuchan a hombres manejar bien la Biblia, luego olvidan considerar que ellas son capaces de hacer lo mismo. Nos beneficiamos de ver a una mujer inteligente y diligente que sirva de ejemplo de lo que significa exponer la Palabra con reverencia y habilidad.

‪2. Ella puede proporcionar una perspectiva que usted no trae. Cuando los hombres enseñan, de manera natural extraen ejemplos que resuenan mejor con otros hombres. Esto significa que las mujeres que solamente escuchan enseñanzas masculinas recibirán un buen número de ilustraciones llenas de testosterona, ilustraciones sacadas de los deportes o películas de acción o los negocios. Y eso está bien. Pero una mujer que enseñe puede también hablar el lenguaje de las novelas de Jane Austen. Y probablemente extraerá unas cuantas observaciones diferentes del texto que estudia, diferentes de las que sacaría un hombre. Esto no quiere decir que vaya a «feminizar» el pasaje, sino a que probablemente enfatice aquellos elementos del texto que destacan el papel de la mujer en la historia redentora, o que hablará de problemas con el pecado que comúnmente enfrenta una mujer.

‪3. Ella tiene una autoridad que usted no tiene. [ups!] Una mujer puede decirle a otras que dejen de idolatrar sus carreras profesionales o sus familias en una forma que usted no puede. Una mujer puede confrontar a otra acerca de la vanidad, el orgullo, la sumisión y el contentamiento en una forma que usted no puede. Ella tiene autoridad empática sobre sus estudiantes femeninas. Tiene la capacidad de decir: “Entiendo los pecados dominantes de ser mujer, y les encomiendo al consejo suficiente de las Escrituras”. Puede aligerar su carga confrontando pecados que provocarían resentimiento si usted tan siquiera los abordara. Ella puede decir cosas como “El síndrome premenstrual no es excusa para el homicidio” y no recibir ni siquiera un solo correo desagradable al día siguiente.

‪4. Ella ve necesidades que usted no ve (y que posiblemente su esposa tampoco puede ver). Al luchar semana tras semana en su ministerio, la maestra obtiene un sentido del estado anímico femenino que su esposa no posee [ni alcanzará, si tampoco participa] de las mujeres de su iglesia. Las mujeres tienen la tendencia de presentar la mejor cara de sí mismas a las esposas de los ministros, pero no a sus líderes ministeriales femeninas. Pastor, si su propia esposa es un misterio para usted, considere que puede necesitar ayuda para entender las necesidades de la mitad femenina de su congregación. Una mujer que enseñe puede darle visión sobre el terreno.

‪Ella lo necesita

‪Quizás asume que las mujeres encuentran de manera natural el lugar en el que pueden desarrollar y ejercitar sus dones. Se equivocará nueve de cada diez veces. He aquí tres cosas que una mujer bajo su supervisión pastoral necesita desesperadamente de usted.

‪1. Ella necesita que usted la afirme. Hablando desde la experiencia, yo nunca hubiese tenido el coraje para enseñar si mi pastor no me hubiese tomado en serio. Escuchar sus palabras de aliento y saber que tenía su apoyo entusiasta me impulsó a ejercitar mi don a pesar de mis propios temores e inseguridades. Ella necesita que usted le diga: “puedes hacer esto”.

‪2. Ella necesita de su lima, que usted pula. Una mujer tiende a tener pocas oportunidades de desarrollar su don incluso bajo un liderazgo adecuado, porque tiene restricciones de trabajo y familia. Necesita que usted recorra más de la mitad del camino. Necesita que usted moldee su teología, que la apunte hacia buenos comentarios bíblicos y podcasts, que la critique con amabilidad, que la ayude con los textos difíciles, que esté disponible para sus preguntas. Y ella necesita que usted le ofrezca hacer cosas antes de que se las pida. No suponga que su don de enseñanza va a florecer por sí mismo. Pastoréela para que llegue a ser una maestra que contribuya de forma significativa a la salud de su cuerpo de creyentes.

‪3. Ella necesita que usted la cubra. Si usted no dejaría que cualquier hombre enseñase a sus hombres, tampoco deje que cualquier mujer enseñe a sus mujeres. Examínela a ella y a sus materiales de enseñanza, tal y como lo haría con un maestro. Cuando determine que ella y sus enseñanzas son sólidas y valiosas, anímela. Manténgase a su lado si se enfrenta a críticas injustas. De fe por ella en público. Celebre sus esfuerzos y sus resultados.

Algunos hombres buenos. Y mujeres también.

‪Ninguno de estos puntos implica (o requiere) desordenar la relación esposo-esposa de nadie, ni la de ella, ni la de usted. Obviamente, el sentido común aplica a sus interacciones. Debemos desde luego ser sabios en la colaboración, pero sin caer en fobias. Hemos de encontrar formas de trabajar juntos para el bien común de la iglesia.

‪La Biblia encarga tanto a hombres como a mujeres que sean combatientes, enseñando y defendiendo las verdades de la fe cristiana. Las maestras proveen una capa indispensable de defensa que los hombres no pueden lograr, y lo hacen a través del ejemplo, perspectiva, y autoridad empática sobre otras mujeres. Poseemos inteligencia y armas que los hombres no tienen, y nuestras contribuciones son necesarias. Para ponerlo en términos distintivamente masculinos: “Nos quieren en ese muro. Nos necesitan en ese muro”.

‪Pero las maestras necesitan ayuda del liderazgo masculino. Como aquellas que estamos diseñadas de forma única para hablar la verdad a quienes son de nuestro género, necesitamos que se comprometa a ayudarnos a “manejar la verdad” con la seriedad y habilidad que se merece. Al hacerlo, usted sigue el ejemplo del mayor Maestro que caminó sobre la tierra. Ayúdenos a ayudarle. Denos un lugar en el cual equiparnos para la batalla que ambos estamos llamados a luchar, para ser armadas para la torre que ambos estamos llamados a defender.

Jennifer Wilkin. Women Teaching Bible Studies. The Gospel Coalition.

Jen Wilkin es esposa y madre de cuatro hijos,  promotora incansable de que las mujeres amen a Dios con su mente a través del estudio fiel de su Palabra. Escribe, habla y enseña a las mujeres acerca de la Biblia. Vive en Flower Mound, Texas, y su familia llama «casa» a The Village Church. Puedes encontrarla en jenwilkin.blogspot.com 

Sacerdocio de todos

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«A fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.» Efesios 4:12

Pastor: ¿Te preocupa la aparición de mujeres en los púlpitos? Lo mejor que podrías hacer es equipar -capacitar- a toda tu congregación para la obra del ministerio, decirle a cada uno (hombres y mujeres) cuán indispensable es su participación, en obediencia a la misma Palabra (1 Corintios 12).

El cuerpo necesita pies y manos, tanto como una cabeza. Y muchas de esas manos y de esos pies pertenecen al supuesto sexo «débil.» Valora, equipa, y utiliza.

🙂

El placer de servir

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Toda la naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el aire, sirve el surco.

Donde haya árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú.

Sé el que apartó la estorbosa piedra del camino; sé el que apartó el odio de entre los corazones y las dificultades del problema.

Existe la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que acometer! Que no te llamen solamente los trabajos fáciles. ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!

Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica, éste es el que destruye, sé tú el que sirve.

El servir nos es faena de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamársele así: El Que Sirve.

Y tiene Sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

Gabriela Mistral (Chile, 1889-1957)

¿Imposición o amorosa anticipación?

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¿Es imposición lo que los padres tratan de enseñar a sus hijos? ¿Atenta contra la personalidad de los retoños? ¿Será una rémora en su desarrollo?

Estas, y otras preguntas semejantes, se las formulan muchas familias al socaire de las modernas tendencias de la pedagogía. Respondiendo a esta mentalidad, formulada por un profesor en un periódico de Barcelona, alguien que firmaba simplemente «Una Madre» escribió al mismo periódico lo siguiente:

CARTA DE UNA MADRE

«Paso a mencionarle algunas de las más flagrantes violencias e imposiciones que han sufrido mis vástagos:

– Cuando han nacido mis hijos, no les he dejado decidir su sexo, ni tampoco el tamaño ni el color de los ojos y el pelo.

– Cuando los he alimentado, no les he preguntado que marca de leche ni que clase de papilla querían.

– Cuando han tenido la edad, no han podido decidir si quedarse en casa conmigo o ir al jardín de infancia.

– Cuando han enfermado, no han podido elegir médico ni tratamiento acorde con sus preferencias.

– Cuando han debido ir a la escuela primaria, no les he mostrado todas las posibles para su elección.»

«Hay también otras facetas en las que no han elegido: les he dado mi sangre y mi vida sin consultarles. Les he dado mi corazón sin consultarles. Les he dado noches sin dormir y días de dolor sin consultarles. Les he dado mis privaciones, mis esfuerzos y mis ilusiones sin consultarles.»

«Y continuaré sirviéndoles en lo que pueda sin consultarles. Creo que en cuestiones de amor no se funciona por consultas populares ni decisión de la mayoría. Y mal podrán ser útiles a la sociedad los que no saben amar.» (De un recorte de La Vanguardia, periódico español, 25/12/77)

El paso de los años no ha hecho perder actualidad a esta carta. La madre tiene razón: el amor toma la iniciativa siempre. Se anticipa de modo constante a las necesidades del ser amado.

Este ha sido siempre el método de Dios: «con amor eterno te he amado» dice Dios a Su pueblo. La bondad del Creador convertido en Salvador responde a un plan amoroso de buena voluntad hacia los pecadores, un plan sobre el cual no fuimos consultados, sino solamente beneficiados, bendecidos, salvados y transformados.

Porque el amor se anticipa, obsequia y se goza en el amado.

«De su plenitud -de la plenitud de Cristo- tomamos todos, y gracia sobre gracia

Jose Grau (España, 1997)

Fidelidades pequeñas

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Es cierto.

Niños pequeños dan el mayor trabajo del mundo porque es necesario estar ahí 24/7. Que si la comida, que si los pañales [bueno ahora son de plástico], que si el cólico, que si duerme, que si el dientico, que si las uñas, que si el baño, que ya se ensució, y vuelta otra vez… mami, mami, mami (sí, luego hay mamitis también).

Si aprendemos a ver cada una de esas tareas como pequeñas fidelidades nos daremos cuenta de la gran oportunidad que tenemos de sembrar para la eternidad.

¿Siembra para la eternidad? ¿De quién? ¡De todos!

Porque al sembrar cada día paciencia, atención al detalle, dignidad en el trabajo de limpiar narices y otras partes, al sembrar sobriedad, gentileza en el trato, y muchas otras cosas, en cada uno de nuestros hijos y en quienes vivan a nuestro alrededor, estaremos enseñando lo valioso que es el conocimiento de Dios manifestado en carne y hueso, una copa rebosante de amor para nuestro prójimo. Y en el camino tendremos fortaleza al aumentar nuestra fe -certeza- en el único sitio posible: Dios mismo.

¿Que si es verdad? ¿Acaso no lo sabes?