Señor Jesús,
gran Sumo Sacerdote,
Tú has abierto un camino nuevo y vivo
mediante el cual una criatura caída puede
acercarse a ti en busca de aceptación.
Ayúdame a contemplar la dignidad de tu persona,
la perfección de tu sacrificio,
la eficacia de tu intercesión.
¡Oh, qué bendición acompaña a la devoción, cuando,
sometido a todas las dificultades que me desgastan,
las inquietudes que me corroen,
los temores que me angustian,
las debilidades que me oprimen,
puedo acudir a Ti en mi necesidad
y sentir una paz que escapa a todo entendimiento!
Tu gracia restauradora es necesaria para protegerme,
guiarme, guardarme, proveerme y ayudarme.
Y aquí tus santos alimentan mi esperanza;
antes eran pobres y ahora son ricos,
cautivos y ahora libres,
derrotados y ahora victoriosos.
Cada nuevo deber exige más gracia de la que poseo,
pero no más de la que se halla en Ti,
el tenor divino en el que habita toda plenitud.
A Ti acudo pidiendo gracia tras gracia,
hasta que cada hueco que deje el pecado sea rellenado
y tu plenitud me colme.
Que mis deseos se engrandezcan y mis esperanzas se confirmen
para que pueda notarte por medio de dependencia absoluta
y la grandeza de mis expectativas.
Manténte a mi lado y prepárame para todas
las sonrisas de la prosperidad,
el ceño fruncido de la adversidad,
las pérdidas materiales,
la muerte de los amigos,
los días de tinieblas,
los cambios de la vida,
y el último gran cambio de todos.
Que Tu gracia me parezca suficiente para todas mis necesidades.
Arthur Bennett. El Valle de la Visión.
Antología de Oraciones y Devociones Puritanas, pp.132
El Estandarte de la Verdad, 2014