TEMA 8. FE GENUINA Y SABIDURIA. 3:13-4:10
Tener conocimiento de algo es muy distinto a saber qué hacer con ese conocimiento. Desde muy antiguo se conoce que la verdadera sabiduría no es algo intelectual, sino de conducta, observen la pregunta y la respuesta del mismo Santiago.
Tanto el Antiguo (AT) como el Nuevo Testamento (NT) ponen muy claro que hay dos clases de sabiduría: la sabiduría del hombre y la sabiduría de Dios, la sabiduría de abajo y la sabiduría de lo alto.
“Sabio” y “sabiduría” aparecen unas 300 veces en el AT, 100 de ellas solo en Proverbios.
En Eclesiastés, la sabiduría de la cual habla Salomón tiene una perspectiva humana, muestra la inutilidad, insensatez, frustración y futilidad de la sabiduría humana sin Dios (Eclesiastés 1:16-18); sin embargo cuando Salomón escribió parece que no se había entregado al Dios que sabía era la única solución para sus necesidades más profundas, pues cínicamente alaba a los “muertos más que a los vivos y mejor todavía a los no nacidos” (4:2-3).
Esta no es la sabiduría que el Señor desea y proporciona a Su pueblo.
La verdadera sabiduría, la sabiduría de lo alto, no es cuestión de cuánto se sabe, sino de cuánto se confía, se ama y obedece al Señor.
Muchos comentaristas y traducciones continúan la tradición de hacer una pausa significativa entre el capitulo 3 y la primera porción del capítulo 4. Sin embargo, una mirada más profunda revela la conexión existente entre los dos párrafos: la paz. El autor está preocupado por el celo negativo -la envidia- que caracteriza la sabiduría “terrenal” que exhiben y que está produciendo contenciones amargas en la comunidad. Luego de la primera pregunta Santiago llama a sus lectores a demostrar la realidad de su sabiduría en humildad y buenas obras.
Esto conduce al contraste entre dos clases de sabiduría:
(a) la sabiduría equivocada caracterizada por envidia, egoísmo y desorden: lo opuesto a la paz; ausencia de paz es el tema principal en 4:1-3
(b) la sabiduría correcta caracterizada sobre todo por ser amante de la paz (el primer fruto especifico de la misma), algo que Santiago subraya al concluir en su bendición final a los que hacen la paz (v.18).
13¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?
Que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
Observen cómo sigue hilando el tema de la fe genuina: no hay doble mente, no hay doble estándar, no hay doble lengua. Ahora enseña sobre dos tipos de sabiduría y más adelante sobre dos tipos de amistad (amistad con el mundo o amistad con Dios).
¿Quién es sabio..? ¿No debiera ser quien enseña? Pero la reveladora respuesta es “no importan tus palabras, son tus obras hechas en sabia mansedumbre.”
Santiago va directo al punto: tu buena conducta o el estilo de vida que agrada a Dios, la actitud de corazón necesaria para las obras que haces, así que echemos un ojo a esta palabra “mansedumbre.”
En inglés aparece la palabra meekness, que también se traduce como “humildad.”
mansedumbre
Del lat. mansuetūdo, -ĭnis.
1. Condición de manso.
humildad
Del lat. humilĭtas, -ātis.
1. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
2. Bajeza de nacimiento o de otra cualquier especie.
3. Sumisión, rendimiento.
¿Cuáles son los indicadores de una persona sabia y entendida?
La realidad es que tenemos la tendencia a dar montones de opiniones, consejos, somos rápidas para hablar, lentas para oír… ¿Por qué? Porque creemos que si hablamos mucho la gente pensará bien de nosotras, “ella conoce lo suyo” y por el estilo así que tratamos de convencer a los demás desatando la lengua.
Pero Santiago es muy claro: Que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. He ahí la respuesta.
Hacemos buenas obras para demostrar nuestra fe. Nuestros actos de obediencia a Dios, realizados consistentemente día tras día, son lo que dan forma a la buena conducta de una persona sabia. Santiago ahora va un poco más allá: obras hechas en mansedumbre. ¿Buscaron la definición?
Sumisión, moderación, soportar daño con paciencia y sin resentimiento, gentileza, humildad… Hay dos cosas claras aquí:
(a) la verdadera sabiduría produce buenas obras y
(b) la verdadera sabiduría produce humildad
Pues bien, la palabra utilizada en el texto (griego praütes) -humildad- no tiene connotación de debilidad como en nuestro idioma, sino más bien de poder bajo control (de hecho se empleaba para referirse a un caballo salvaje que ha sido domesticado y ahora es de provecho). Luego equiparamos mansos con mensos, debilidad, cuando mansedumbre es todo lo contrario a debilidad! Una persona mansa no es alguien a quien se atropella como si nada, una persona mansa es alguien que ejerce control de su fortaleza y poder; ser manso es tener gracia, y dirigir el ejercicio de esa gracia hacia Dios.
Es ese temperamento de espíritu en el cual aceptamos Su liderazgo sobre nosotros como bueno y por tanto sin resistencia.
¿Por qué es importante que obremos en mansedumbre?
Porque eso fue lo que Cristo hizo. De hecho El se describió a Sí mismo de este modo (Mateo 11:29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS).
Si volvemos atrás a las definiciones, gentileza, humildad, sumisión, soportar con paciencia y sin resentimiento, aceptando las normas de Dios como buenas y sin resistencia… Así fue el Señor. Incluso en la cruz: no la mía Padre, sino sea hecha Tu voluntad… Esto es mansedumbre.
Mansedumbre no es debilidad. Es fortaleza bajo control. Es esta actitud: no mi voluntad Padre, sino la Tuya.
De modo que la insistencia de Santiago en que la sabiduría sea probada por la clase de vida que tengamos concuerda con la idea de sabiduría del AT. (Proverbios 1:7 El temor del SEÑOR es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción). Recordemos, sabiduría comienza temiendo a Dios; nos capacita para discernir lo que es “recto y justo” (Proverbios 2:9 Entonces discernirás justicia y juicio, equidad y todo buen sendero) y nos conduce a “caminar en los caminos de buenos hombres y mantenernos en los senderos de los justos: (Proverbios 2:20 Por tanto andarás en el camino de los buenos, y guardarás las sendas de los justos).
14Pero si tenéis celos amargos y ambición personal [egoísta] en vuestro corazón, no seáis arrogantes y así mintáis contra la verdad.
15Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica.
16Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.
El v.14 es la antítesis al reto de Santiago. Alguien que tiene (alberga) celos amargos y ambición personal [egoísta] en el corazón vive una mentira: dice que es sabia pero se conduce de una manera que niega esa verdad. No toda ambición es egoísta, no todo celo es pecaminoso, pero si te quieres elevar por encima del otro…
albergar
Quizá del gót. *haribaírgôn ‘alojar una tropa’.
1. Dar albergue u hospedaje a alguien.
2. Mantener o fomentar en el corazón o en la mente un sentimiento o una idea.
3. Servir a alguien de albergue o vivienda.
4. Encerrar o contener algo.
5. Tomar albergue.
Si la humildad denota a la persona sabia, luego entonces estas cualidades negativas excluyen a alguien como sabia.
¿Celos amargos? = Envidia. El tipo de sentimiento que la gente exhibe cuando otra persona pone en tela de juicio las ideas propias y obtiene algún beneficio con ello (Hechos 5:17…se llenaron de celo; 13:45 Pero cuando los judíos vieron la muchedumbre, se llenaron de celo, y blasfemando, contradecían lo que Pablo decía).
¿Qué hace el humilde? Soporta con paciencia y sin resentimiento.
¿Qué hace el envidioso? Se amarga y apega al daño hasta crear resentimiento.
¿Qué hace el humilde? Acepta como buenas las normas de Dios.
¿Qué hace el envidioso? Resiente el avance de otros.
¿Qué hace el humilde? Principal y primeramente todo es Dios.
¿Qué hace el envidioso? Principal y primeramente todo es yo mismo.
Albergar es literalmente tirar un ancla, de modo que si guardamos celos amargos y ambición egoísta estamos anclando en el corazón tales actitudes y resolviendo a través de ellas: en vuestro corazón, no seáis arrogantes y así mintáis contra la verdad.
¿A qué me aferro? ¿Cuáles son mis anclas?
¿Me he anclado en algún resentimiento?
¿Tengo algún resentimiento porque a otra le va bien y a mí no?
¿Cuál es mi fin principal: el reino de Dios o el reino de mi persona?
Queridas, como mujeres sabemos que esta es una pieza difícil de masticar. Porque tenemos la tendencia a estarnos comparando unas con otras, solo hay que ver las estadísticas de cirugía plástica nacionales… empiezan a compararse, aparecen los celos, se amargan, luego se airan…y algunas llegan a encontrar muerte inclusive. Un sendero muy peligroso.
Observen la advertencia de Santiago: no seáis arrogantes y así mintáis contra la verdad.
¡Confiesa al Señor! Admite que tienes un ancla. Pide sabiduría, pide Su perspectiva y pide que cambie tu corazón.
La verdadera sabiduría no es producto del mero esfuerzo o estudio intelectual: es un don de Dios (Proverbios 2:6 Porque el SEÑOR da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia). Pero la sabiduría de celos amargos y ambición personal tiene exactamente otra naturaleza y origen, es terrenal, natural [carnal] o no espiritual, y diabólica. Santiago hace la descripción en orden progresivo hasta el clímax, en oposición a la sabiduría que es de lo alto: celestial en naturaleza, espiritual en esencia y divina en cuanto a su origen.
Con el “porque” que conecta el v.16 con el v.17 Santiago justifica el duro veredicto que hace ahora sobre la falsa sabiduría, reitera que donde hay celos y ambición egoísta el resultado es confusión (caos; doble mente; doble lengua) y toda cosa mala (maldad, en otras versiones), inestabilidad e inquietud.
La misma clase de confusión presente en iglesias donde la gente persigue sus propios intereses en lugar de buscar el bien de la comunidad como un todo. Cualquier creyente que se jacte de sabio y entendido está en peligro, en especial líderes.
17Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía.
Santiago continúa operando bajo el entendimiento bíblico de sabiduría como don de Dios básico que tiene efectos prácticos profundos en el estilo de vida de una persona.
La sabiduría verdadera se identifica por la calidad de vida que produce.
El primer atributo, pureza, connota inocencia y sin culpa moral (2 Corintios 11:2; Fil 4:8; 1 Tim 5:22; Tito 2:5; 1 Pedro 3:2; 1 Juan 3:3), motivada para la gloria de Dios y el bien de otros.
Las siguientes 7 cualidades de la lista son dimensiones específicas de esta pureza, dispuestas en tres grupos interesantes:
(1) las primeras 3 palabras empiezan con la misma letra y terminal casi igual: eirenike (pacífica o amante de la paz); epieike (amable, considerada, gentil); eupeithes (condescendiente, abierta a la discusión, no amenazante, sumiso).
(2) las siguientes dos palabras (misericordia y buenos frutos) están subordinadas a la calificación “llena de.” Pasa por alto ofensas rápidamente. ¿Buenos frutos? Recuerden el racimo de uvas… amor, paz, paciencia, benignidad, etc.
(3) las últimas dos palabras empiezan con la letra “a” y mantienen similaridad rítmica: adiakritos (sin vacilación, imparcial); anypokritos (sin hipocresía, sincero, auténtica, sin dramas).
Es posible que Santiago intenta contrastar las primeras 3 cualidades (pacífico, amable, condescendiente) con el opuesto de envidia, celos y ambición personal gobernado por sabiduría demoníaca, para dar fuerza a su punto teológico.
En el segundo grupo de virtudes, recordemos que nuestro Señor frecuentemente subrayó la misericordia como fuerte indicador de una persona piadosa (Mateo 5:7; 18:21-35; 23:23; Lucas 10:37). Bueno, Santiago nos dio su propia definición: misericordia es amor por el prójimo que se muestra en obras (2:8-13).
La persona caracterizada por sabiduría de lo alto será alguien estable, de confianza, transparente -la clase de persona que de modo consistente manifiesta las virtudes de la sabiduría, alguien a quien uno puede acercarse en busca de consejo.
18Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz.
¿Perciben la diferencia? Santiago no dice los que mantienen la paz (peacekeepers) sino los que hacen la paz (peacemakers), lo mismo que Jesús en el Sermón del Monte. Somos llamadas a hacer la paz entre Dios y los hombres al compartir el evangelio y entre hombres y hombres como señal de ese mismo evangelio.
Reconciliación vertical y reconciliación horizontal.
¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?
Los que mantienen la paz son como la ONU, evitan confrontaciones, conflictos, etc., a toda costa. No van a la raíz de los problemas, se quedan en la superficie. Mantienen la paz. Soluciones a corto plazo de conflictos prolongados. Es el camino de la menor resistencia. El producto de una visión centrada en mí persona.
En casa, por ejemplo, lo fácil que es apartar los niños y mandarlos a cuartos separados…mantiene la paz, se hace el silencio, pero el problema sigue ahí, no resuelto. Hacer la paz es mantenerlos juntos, confesar, buscar perdón y reconciliación de modo que se honre a Dios y se honren unos a otros; ¡claro que es más difícil y toma tiempo! El producto de una visión centrada en Dios y en otros.
Mantener la paz es tener una visión corta; vivir el momento. Es algo pasivo, evitar explosión y punto. Conflict-avoidance.
Hacer la paz es tener visión a largo plazo. Es activo, busca restauración de relaciones. Conflict-resolution. El sendero del discipulado.
…un video y se haga la paz… ¿te caracteriza esto como madre? ¿como esposa?
alguien que hace la paz no tiene anclas, sigue navegando en el mar de la vida, arraigado por fe en Cristo y Su Palabra.
El efecto del don de la sabiduría es el de hacernos más humildes, más gozosas (no gozonas, ojo), más santas, más prontas a percibir Su voluntad, más resueltas en su cumplimiento, y menos agobiadas (no menos sensibles sino menos perplejas) de lo que estamos ante las cosas oscuras y dolorosas de la vida en este mundo caído. El fruto de la sabiduría es la semejanza a Cristo -paz, humildad y amor (Santiago 3:17)- y que su raíz es la fe en Cristo (1 Corintios 3:18; cf. 1 Timoteo 3:15) como manifestación de la sabiduría de Dios (1 Corintios 1:24, 30).
Por lo tanto, el tipo de sabiduría que Dios espera poder dispensar a quienes la piden es una sabiduría que nos liga a El, una sabiduría que ha de encontrar expresión en un espíritu de fe y en una vida de fidelidad. Procuremos que nuestra búsqueda de sabiduría sea búsqueda de estas cosas y que no frustremos el propósito sabio de Dios descuidando la fe y la fidelidad con el fin de perseguir un tipo de conocimiento que en este mundo no nos ha sido dado poseer.
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