Excúsenme pero la ropa importa. Pregunten a Adán y Eva: lo primero que Dios hizo fue cubrir su desnudez al confrontar su pecado.
De modo que cada vez que buscamos cubrirnos -porque no es verdad que andaremos “al aire” aunque algunas lo intentan y nos colocan en situaciones bastante embarazosas por cierto- cada vez que analizamos el guardarropa y aparece la eterna pregunta “¿Qué me pongo?” pienso que Dios comprende la angustia.*
“En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se regocijará en mi Dios; porque El me ha vestido de ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia como el novio se engalana con una corona, como la novia se adorna con sus joyas” (Isaías 61:10).
El tema de la vestimenta es crucial. Adán y Eva se pusieron lo primero que encontraron (¿hojas de higuera cosidas? ¡Ay Adán!). Noten las primeras evidencias de “lo que a mí me parece.”
Fue Dios mismo, diseñador por excelencia, quien hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió (Génesis 3:21). La ilimitada compasión del Señor versus la ignorancia de los hombres hasta para escoger qué ponerse.
E Isaías nos dice que Dios mismo recorre la milla extra y provee las mejores telas: ropas de salvación, manto de justicia, ¡vestidos de bodas!
Luego entonces la pregunta es pertinente: ¿qué me pongo hoy?
Quiera el Señor aprendamos a contestarla en el temor a Dios, conscientes de su Presencia a nuestro lado, conscientes de estar vestidas con la más hermosa de las telas, Su propia y eterna justicia.
*Idea central de Anne Kennedy, pp.257 de su libro “Nailed it. 365 sarcastic devotions for angry or worn-out people.”
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