El árbol lo miraba todo,
tenía tantos ojos como hojas
y tenía tantos pájaros como hojas,
(un pájaro por hoja).
El árbol era el músico del jardín:
en cada hoja, cantaba un pajarín,
en cada rama sonaba un violín.
A las siete de la mañana,
empezaba el coro
y el árbol, con sus hojas como ojos,
lo miraba todo.
De pronto, se oyó un susurro.
-¿Cuándo vendrán los niños,
que me aburro?
-dijo el árbol con su vocecita de madera-.
Los niños son para mí la primavera.
Gloria Fuertes
(España, 1908-1998)