Prólogo

Estándar

Estos versos, lector mío, que a tu deleite consagro, y solo tienen de buenos conocer yo que son malos, ni disputártelos quiero ni quiero recomendarlos, porque eso fuera querer hacer de ellos mucho caso.

No agradecido te busco: pues no debes, bien mirado, estimar lo que yo nunca juzgué que fuera a tus manos. En tu libertad te pongo, si quisieres censurarlos; pues de que, al cabo, te estás en ella, estoy muy al cabo.

No hay cosa más libre que el entendimiento humano; ¿pues lo que Dios no violenta, por qué yo he de violentarlo? Di cuanto quisieres de ellos, que, cuando más inhumano me los mordieres, entonces me quedas más obligado, pues le debes a mi Musa el más sazonado plato (que es el murmurar), según un adagio cortesano. Y siempre te sirvo, pues o te agrado, o no te agrado: si te agrado, te diviertes; murmuras, si no te cuadro.

Bien pudiera yo decirte por disculpa, que no ha dado lugar para corregirlos la prisa de los traslados; que van de diversas letras, y que algunas, de muchachos, matan de suerte el sentido que es cadáver el vocablo; y que,  cuando los he hecho, ha sido en el corto espacio que ferian al ocio las precisiones de mi estado; que tengo poca salud y continuos embarazos, tales, que aun diciendo, llevo la pluma trotando.

Pero todo eso no sirve, pues pensarás que me jacto de que quizás fueran buenos a haberlos hecho despacio; y no quiero que tal creas, sino solo que es el darlos a la luz, tan solo por obedecer un mandato. Esto es, si gustas creerlo, que sobre eso no me mato, pues al cabo harás lo que se te pusiere en los cascos.

Y a Dios, que esto no es más que darte la muestra del paño: si no te agrada la pieza, no desenvuelvas el fardo.

Sor Juana Inés de la Cruz. México (1648-1695)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s