Ojalá pudiéramos tragar el capítulo entero de una sola vez. Empieza con la misma temida frase acerca de la idolatría de Israel…
v.1 Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del SEÑOR, y el SEÑOR los entregó en manos de Madián por siete años.
y luego la descripción detallada de las aflicciones de Israel: pérdida de las cosechas, robo del ganado y utensilios, tal y como se había pronosticado si rompían el pacto descrito en
Deut 28:29,31 y andarás a tientas a mediodía como el ciego anda a tientas en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; más bien serás oprimido y robado continuamente, sin que nadie te salve… Tu buey será degollado delante de tus ojos, pero no comerás de él; tu asno será arrebatado, y no te será devuelto; tu oveja será dada a tus enemigos, y no tendrás quien te salve.
El episodio de Gedeón y la lucha entre Israel y sus enemigos vuelve a centrarse en la Llanura de Jezreel (v.33), una secuela natural de lo que pasó con Barak.
Durante siete largos años los madianitas [descendientes de Madián, hijo de Cetura, concubina de Abraham; enviado hacia el Este, más allá del Jordán, para separarlo de Isaac; Génesis 25:1-6] dejaron a Israel sin modo ni medios para sustentarse. Cada año lo mismo: invasión desde el este cruzando el Jordán, golpear la canasta de pan del Valle de Jezreel, robar ovejas, bueyes y burros -la suma total de su economía-, barriendo hasta el sureste -hasta Gaza y Filistea-, practicando su política de ‘limpieza étnica.’ Siete años. Hambrientos, pobres y cansados.
Imaginen: cada año correr porque llegan los madianitas, recoger lo poco que haya de grano y ganado (si hay) y correr a las montañas a esconderse en alguna gruta o caverna, hasta que la langosta (v.5) extranjera se aburra y se mueva a otros lugares. Hasta que el pueblo clamó al Señor:
v.6 Así fue empobrecido Israel en gran manera por causa de Madián, y los hijos de Israel clamaron al SEÑOR.
La palabra que nos critica
v.7-10 Y cuando los hijos de Israel clamaron al SEÑOR a causa de Madián, 8el SEÑOR envió a los hijos de Israel un profeta que les dijo: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel:»Fui yo el que os hice subir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre.» 9Os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores; los desalojé delante de vosotros, os di su tierra, 10y os dije:»Yo soy el SEÑOR vuestro Dios. No temeréis a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis. ‘Pero no me habéis obedecido.”
Jehová hace algo extraño: envía un profeta (algo así como que nos quedamos tiradas en la calle, llamamos al taller y nos envían un filósofo en lugar del mecánico).
Israel necesita un libertador, Dios envía un profeta. Israel pide un acto del poder de Dios, El envía un proclamador de Su palabra de gracia (v.8b-9 «Fui yo el que os hice subir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre.» Os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores; los desalojé delante de vosotros, os di su tierra), quien repite las demandas de Jehová (v.10a«Yo soy el SEÑOR vuestro Dios. No temeréis a…) y señala la acusación del mismo Dios (v.10b Pero no me habéis obedecido).
La función de este profeta contrasta fuertemente con la de Débora: no viene a iniciar ningún proceso de liberación sino a acusar al pueblo de infidelidad y -por implicación- que han perdido todo derecho a ser liberados. De ahí que Jehová envía un profeta porque Israel necesita algo más que alivio inmediato; necesitan comprender por qué están siendo oprimidos. Como si por primera vez empezara a mostrarse la frustración del Señor. El efecto del discurso es de precaución: no creas que clamar al Señor equivale a liberación. Necesitan ver que la mano de Dios los entregó a Madián porque “no escucharon Su voz.”
¿Qué les parece? ¿Habrá cambiado la manera de Dios con Su pueblo?
¿Acaso no nos sorprendemos luego de las respuestas ‘inapropiadas’ de Dios a nuestras necesidades urgentes? Igual que Israel, queremos escapar de circunstancias mientras que Dios quiere que interpretemos nuestras circunstancias.
Algunas veces necesitamos entendimiento más que alivio. Apelar a Jehová no es un instrumento para asegurar el futuro de manera automática. Clamar al Señor es invocar una relación, pero la relación conlleva deberes que Israel no ha cumplido.
Entender los caminos hacia la santidad es más importante que no sentir dolor. Dios quiere instruirnos, no pacificarnos.
Y no olvidemos Su bondad en todo esto. Una de las grandes bondades del Señor es traernos a la crítica de Su Palabra para exponer las razones (los por qué) de nuestra miseria. Lo hace mediante la predicación, el consuelo o la lectura de Su Palabra.
La gracia que nos sostiene
Observen que el profeta no termina su sermón (v.8b-10). Veamos:
Introducción: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel
Memoria de la gracia: “Os libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos vuestros opresores (te saqué de casa de esclavitud);
los desalojé delante de vosotros, os di su tierra”
Memoria de lo estipulado por Jehová: y os dije:
«Yo soy el SEÑOR vuestro Dios.
No temeréis a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis
Acusación: Pero no me habéis obedecido.”
Y como si nada nada limonada aparece el Angel del Señor y se sienta debajo de la encina que estaba en Ofra (v.11). Totalmente inesperado. Uno esperaría anuncio de juicio (por ejemplo Jeremías 11:9-11; 25:1-11). No aquí. He aquí la gracia que nos sostiene (Salmo 103:11 Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande (portentosa!) su misericordia para los que le temen).
Cuando “debiera” destruir, salva. (Exodo 34:6…lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; Lamentaciones 3:33 porque El no castiga por gusto, ni aflige a los hijos de los hombres).
Efesios 2:4-6 Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con El nos resucitó, y con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús. ¡El mismo Dios que brilla en Jueces 6!
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