9Pero en cuanto a vosotros, amados, aunque hablemos de esta manera, estamos persuadidos de las cosas que son mejores y que pertenecen a la salvación.
El autor rápidamente quiere reanimar la audiencia: tranquilos, no creo que hayan apóstatas entre ustedes, ¡ni siquiera potenciales! ¡Los frutos de justicia son visibles en vuestras vidas! Y son resultado de la salvación obtenida. Pero no son resultados automáticos, ojo, así que nos dirige a ser diligentes.
He aquí el único verso de la carta donde les llama “amados”, “mis queridos amigos” y la nota sobresale porque recién los describió como «tardos para oír», «bebés de leche» y peor: “campos que beben la lluvia y no producen fruto.” ¡Oh amadas! Que la Escritura moldee nuestra visión y nos permita aceptar reprensiones con humildad, ser rápidas para escuchar, lentas para hablar, lentas para la ira, bendecir si nos maldicen, soportar persecusión, ser conciliadoras (Santiago 1:19; 1 Corintios 4:12-13). Ser vulnerables por amor.
Observen que el autor exuda confianza en este verso: estamos persuadidos. ¿Por qué?
10Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos.
Actos de servicio realizados a otros creyentes. El punto central es que Dios no olvida: todo servicio de amor hecho al pueblo de Dios, lo considera como hecho a El mismo. El verso denota la justicia de Dios: toma nota de cada quien [por decirlo así] y El entonces obra a nuestro favor, derramando perseverancia en el hacer. Salvos por gracia mediante fe en la obra de Cristo, no en nuestras obras. No te confundas. La justicia de Dios provee seguridad porque vindica a quienes glorifican a Dios por encima de todo (Su nombre).
11Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza, 12a fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas.
Aparece otra vez la gracia de la perseverancia. Diligentes, no perezosas, pues la obra de santificación -de crecer en la perfección- es trabajo duro, pero es buen trabajo.
¿Por qué la insistencia en ser fieles imitadores?
Porque alguien también nos estará imitando. Analiza.
El autor advierte sobre el peligro de considerar la esperanza como no alcanzable, noten que llama a pelear con solicitud, ser firmes. ¿Por qué? Porque a través de fe y paciencia se heredan las promesas. Y fe es la certeza de lo que se espera. Por tanto mantén esa certeza -esa fe- con diligencia.
Luego no vemos el fruto de nuestra labor, sé amable contigo misma, observa el ejemplo de aquellos santos del pasado que creyeron en Dios y perseveraron en esperanza. El autor anticipa los argumentos del Capítulo 11 y la referencia es clara en las palabras siguientes:
13Pues cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno mayor, juró por sí mismo, 14diciendo: Ciertamente te bendeciré y ciertamente te multiplicare. 15Y así, habiendo esperado con paciencia, obtuvo la promesa.
Para el autor, Abraham fue una figura significativa por su fe en la promesa de Dios y por la parte que tiene en la historia de Melquisedec.
16Porque los hombres juran por uno mayor que ellos mismos, y para ellos un juramento dado como confirmación es el fin de toda discusión. 17Por lo cual [por tanto] Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso [garantizó] un juramento,
Nuestro autor enfatiza que cuando Dios repitió la promesa a Abraham luego del episodio de Isaac como ofrenda, confirmó la misma con un juramento. El ser humano suele utilizar juramentos para subrayar la certeza o solemnidad de sus palabras En Israel, el juramento supremo era decir “tan cierto como Jehová vive.”
Pero Dios no tiene a nadie mayor que Dios mismo por quien jurar, de modo que al jurar por Sí mismo, el autor prepara a la audiencia ante la significancia de la promesa de Dios sobre el sacerdocio de Melquisedec confirmado por un juramento (Salmo 110:4):
18a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros, 19la cual tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás [dentro] del velo, 20donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre.
¡Qué verso! Refugiados, seguros, firmes, grandemente animados, asidos de la esperanza puesta delante de nosotros, confiemos plenamente en Cristo como nuestro Sumo Sacerdote. Esperanza puesta como ancla del alma porque se trata de realidad objetiva basada en las inmutables promesas de Dios, porque es imposible que Dios mienta. El ancla es firme, cierta y segura.
¿Puedes ver el ancla que mantiene un barco en su sitio? No. ¿Por qué no? Porque está oculta en la profundidad del mar. Pero uno sabe que está ahí puesto que el barco permanece en su sitio.
Exactamente lo que Abraham tenía: anclado a la palabra de Dios aunque las promesas no se cumplieran en su tiempo (ver su descendencia tan numerosa como la arena del mar o las estrellas de los cielos). Murió sin ver las promesas cumplidas, pero se aferró a ellas toda su vida con esperanza segura y firme.
Dios es verdad. Dios es La Verdad. Es imposible que Dios mienta. Con todo, puesto que sabe que nosotros no sabemos, entonces nos ofrece doble confirmación, dos cosas inmutables para asirnos de la esperanza anclada en la Roca del carácter de Dios mismo.
Roca de la eternidad, fuiste abierta Tú por mí;
sé mi escondedero fiel, solo encuentro paz en Ti;
rico, limpio, manantial, en el cual lavado fui.
Anclados a un objeto inamovible, el trono de Dios mismo, establecido en el Lugar Santísimo celestial. Nuestra esperanza fija porque Cristo está ahí, sentado a la diestra de la majestad divina. Abraham creyó en esperanzan. Nosotros tenemos el cumplimiento de la promesa en la exaltación de Cristo. ¡Nuestra esperanza es más que segura y firme!
Cristo entró como precursor a “preparar lugar para nosotros” y todavía más: proclamar la obra completa de redención y los futuros frutos de la cosecha (si es precursor significa que hay una secuencia).
Pero luego asentimos muy intelectualmente a la verdad de que “todas las cosas obran para bien.” Porque cuando vemos las olas de tormenta, sentimos como que el barco está por hundirse (con todo y ancla). Sin embargo el ancla es real, aunque esté oculta. ¿A quién oímos en medio de problemas, caos? ¿A la palabra de Dios o a nuestros sentimientos?
Y preguntamos ¿por qué el escritor alienta a asirse de la esperanza, si ésta ya fue asegurada por la sangre de Cristo? Porque esto es el evangelio, decir al pecador aquello que solo Cristo puede hacer, esperar en Dios: “no que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12).
Es muy necesario que nuestra fe se apoye en hechos, no en sentimientos.
Oh Padre ayúdanos a esconder tu Palabra en nuestros corazones y movernos de los rudimentos a la perfección, esto es, a Cristo mismo.
Cristo es el precursor de su pueblo, la seguridad de admisión al lugar donde mora la presencia de Dios. Cristo está presente ahí, como Sumo Sacerdote perpetuo según el orden de Melquisedec.
Y con estas palabras, el autor de Hebreos vuelve a esta figura, Melquisedec, para decir lo que tiene que decir y educar a su audiencia en madurez de fe y vida.
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