Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra.
Cantad la gloria de su nombre, poned gloria en su alabanza. Decid a Dios:
¡Cuán asombrosas son tus obras!
Porque tú nos probaste, oh Dios, nos ensayaste como se afina la plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga. Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia.
Entraré en tu casa con holocaustos; te pagaré mis votos, que pronunciaron mis labios y habló mi boca, cuando estaba angustiado. Holocaustos de animales engordados te ofreceré, con sahumerio de carneros; te oreceré en sacrificio bueyes y machos cabríos.
Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma. A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.
Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica.
Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.
Salmo 66:1-3, 10-20