Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación (1 Pedro 2:1-2).
Si alguien ha sido salvado, será evidente hambre por la Palabra de Dios. Porque, como nuevas criaturas, hemos saboreado la bondad del Señor y, por tanto, anhelaremos conocerlo a profundidad. Mordisquear (ser piqui piqui) las Sagradas Escrituras no hace nada para estimular nuestro apetito. La Palabra de Dios es un gusto adquirido, y cuanto más se consume, mayor será nuestra hambre por ella.
Si usted ha perdido su deseo de la Palabra, pídale al Señor que le restaure el apetito por leerla todos los días. A medida que se familiarice más con la Biblia, notará que su entendimiento y deseo de ella aumentan. Y lo mejor de todo, es que su amor y su devoción por su Salvador crecerán también.
«¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.» (Salmos 119:97).
«¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.» (Salmos 119:103).
«Lámpara es a mis pies tu palabra,Y lumbrera a mi camino.» (Salmos 119:105).
Lee. Medita. Aplica.
Anónimo