Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia (Colosenses 3:12)
La compasión solo es posible cuando pensamos en los demás antes que en nosotros. El egocentrismo (pensar sólo en nosotros) nos impide ver las necesidades y las heridas de quienes nos rodean y actuar en beneficio de ellos. Necesitamos una mente renovada.
Todos nacemos con una naturaleza egoísta y pecaminosa, conocida como el “viejo yo”. Pero cuando una persona pone su confianza en Cristo, recibe un “nuevo yo” creado en justicia por Dios. A medida que nuestra mente se renueva con la Palabra de Dios y crecemos en obediencia, el amor y la compasión de Cristo comienzan a fluir a través de nosotros. En vez de ser ajenos al sufrimiento que nos rodea, Dios nos abrirá los ojos y nos usará para consolar a los necesitados.
Un corazón compasivo no se logra por medio del esfuerzo propio sino mediante una vida enfocada en Dios. Cuando nos acercamos a Él por medio de su Palabra y su Hijo, transforma nuestro enfoque, pensamientos y sentimientos. ¡Qué alivio saber que Dios ha provisto todo lo que necesitamos para imitar a Cristo! Él siempre nos capacita para obedecer.
«Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,» (2 Pedro 1:3).
Lee. Medita. Aplica.
Anónimo