Iba un día con su abuelo paseando un colegial
y debajo de un peral halló una pera en el suelo.
Mírala, cógela, muerde…
mas presto arroja el bocado,
que muy podrida de un lado
estaba y del otro verde.
Abuelo, ¿cómo será -decía el chico escupiendo-
que esta pera que estoy viendo podrida, aunque verde, está?
El anciano con dulzura dijo:
vínole ese mal por caerse del peral
sin que estuviera madura.
Lo propio sucede al necio
que, estando en la adolescencia,
desatiende la prudencia
de sus padres con desprecio.
Al que en sí propio confía como en recurso fecundo
e ignorando lo que es el mundo
engólfase en él sin guía,
quien así intenta negar la veneración debida
en el campo de la vida
se pudre sin madurar.
Concepción Arenal. España (1820-1893)