[1] Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
[2] Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti.
[3] Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia
Bueno y misericordioso es nuestro Padre Celestial, su bondad no tiene límites y su amor es incomparable e incondicional. Por eso estamos de nuevo hoy, Gran Señor, acercándonos en plena confianza, buscando tu rostro, sintiendo tu presencia y ese cálido abrazo diciendo a nuestras almas: «Heme aquí, estoy contigo, nunca te dejaré, ni te desampararé. Eres mi hija amada.»
Padre, Tú eres nuestro Señor y Dios y no hay ni habrá nada fuera de ti.
Agradecidas por este nuevo despertar, por todo lo que has hecho y harás en la vida de cada uno de tus hijas, por tu sostén, por nuestras familias y porque Tú escuchas nuestros ruegos, nuestro clamor. Bendícenos, porque cuando Tú bendices, bendito es sobre todos las cosas.
Ayúdanos cada día a caminar en total dependencia tuya, agarradas y firmes en ti, en tu palabra , en todo lo que proviene de ti. Sigue orando a favor nuestro y de los nuestros, abre los ojos del entendimiento para que podamos escuchar tu voz de alerta frente al pecado y todo aquello que no te agrada. Obra en nuestras familias e inquieta sus corazones para que se realice ese encuentro contigo y vengan a ti arrepentidos y en fe. Te necesitamos Señor, eres esa fuente de agua que calma nuestra sed, esa luz que alumbra nuestras sendas.
Alabado seas por siempre. ¡Sé propicio a nosotros! Amen y Amen.
(De la hermana Josefina Genao, con afecto).