Santiago 1:16-17

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Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación

Nuestro Padre celestial nos colma de muchos buenos regalos, pero el que los supera a todos es su Hijo, «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» (Juan 3:16). El eterno Creador de todas las cosas se revistió de humanidad para venir al mundo como un bebé. Aunque Él parecía insignificante para el mundo, es el mejor y más necesario regalo que hemos recibido.

El pecado ha arruinado a la humanidad, dejándonos bajo la ira de Dios y en una condición desesperada. Necesitamos el perdón de los pecados, la liberación del juicio divino y la eliminación de nuestra culpa. El Señor Jesús vino a hacer todo esto por aquellos de nosotros que lo recibimos por medio de la fe (los ojos del alma).

Pero el regalo de Dios no termina ahí. Cuando confiamos en Cristo para salvación, nos convertimos en los hijos amados del Padre, que recibiremos una gloriosa herencia en el cielo. Y, mientras tanto, Él provee todo lo que necesitamos para la vida y la piedad.

«Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,» (2 Pedro 1:3).

¿Ha recibido usted por fe el regalo del Hijo de Dios, o lo ha mantenido como un bebé en el pesebre, para ser recordado solo en Navidad? Si pone su fe en Él hoy, disfrutará de las extraordinarias bendiciones que solo se encuentran en Cristo. 

«Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,» (Romanos 2:7).

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Salmo 42:5-6

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¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti…

¿A dónde acude usted en medio de problemas? Para los creyentes, la primera respuesta debe ser clamar al Señor por ayuda. Eso es justo lo que vemos en el pasaje de hoy. Cuando el salmista estaba desesperado, su alma anhelaba a Dios. Sabía que, incluso en medio de la fuerte adversidad, podía contar con el amor inagotable del Señor, que se derramaba sobre él, «Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.» (Salmos 42:8). Era una verdad que le daba esperanza y la capacidad de alabar al Señor, incluso en medio de sus problemas.

Este es un tema recurrente en los salmos, muchos de los cuales comienzan con imágenes de desesperación y desesperanza, pero terminan con afirmaciones del amor infalible de Dios. A menudo, a Él se le describe como una roca, un baluarte o un refugio en tiempos de dificultades.

Cuando usted se sienta abrumado por las dificultades y la desesperación, acuda a los salmos en busca de aliento y esperanza. En los buenos tiempos, podemos fácilmente alejarnos de Dios, pero la adversidad nos lleva a acercarnos a Él con anhelo, no solo de liberación, sino también de comunión con nuestro Padre misericordioso. Entonces, al leer acerca de su amor y su fidelidad, encontramos esperanza y un fundamento seguro sobre el cual descansar.

«Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.»  (Lamentaciones 3:22-23).

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Who is my neighbor?

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Who is thy neighbour! -see him stand,

with sunken cheek and eye,

where hunger shows the empty hand

thy bounty can supply!

*

Look where the widowed mother pines

for what thou well canst spare;

where palsied age, in want, reclines,

and see thy neighbour there!

Behold him in the stranger, thrown

upon a foreign shore,

who, homeless, friendless, and alone,

is shivering at thy door!

*

Go meet him in thine enemy,

and good for evil pay;

and bear in mind, for such as he,

thy Saviour bids thee pray.

Go seek him in the dungeon’s night,

and comfort there impart;

implore the smile of Heaven to light

that desolated heart.

*

Look where the son of Africa sighs

for rights enjoyed by thee;

he is thy neighbour! -loose his ties

and set the captive free!

Columbia, favored of the skies!

how can thy banner wave,

while at thy feet, thy neighbour lies

A crushed and fettered slave?

There is a blot among its stars;

a stain upon thy hand;

a mark upon thy face, that mars

the beauty of our land!

*

Thou, noble tree of liberty,

should not thy verdure fade

o’er him who would his neighbour see

excluded from thy shade?

*

Did they who reared thee by their toil

bot will thy fruit to be,

alike, for all who tread thy soil,

a harvest sweet and free?

Hannah Flagg Gould.  EEUU (1789-1865)

Lucas 2:14

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¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Lucas 2:14

Como oímos tan a menudo, el comienzo de la vida terrenal de Cristo fue proclamada por ángeles que anunciaron paz en la tierra.

Nunca ha habido en realidad paz en la tierra, en el sentido en que pensamos en ella. Guerras y rumores de guerras han caracterizado dos milenios desde aquella primera Navidad, y todo el tiempo antes de ella.

Ese anuncio de paz en la tierra fue una proclamación con dos sentidos. En primer lugar, informó de la llegada del único que finalmente puede traer paz duradera a la tierra, «Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.» (Lucas 2:10-11).

Pero más importante es que fue una proclamación de que la paz de Dios está a disposición de los hombres y las mujeres. Lea atentamente las palabras de Lucas 2:14: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”.

¿Quiénes son esos para con quienes Él tiene buena voluntad? Los que han rendido su vida a la autoridad de su gobierno por medio de su Hijo Jesucristo.

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Jeremías 17:7

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Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.

La esperanza es la luz en medio de la oscuridad. No la ves; la sientes en tu corazón. Es una voz que te anima: «No todo está perdido. Necesitas confiar en Jesús. El siempre cumple sus promesas; jamás miente». 

Mientras vivas en este mundo, muchas veces las nubes de las dificultades oscurecerán tus días. En esas horas, la esperanza es la palanca que te levanta, la fuerza que te impulsa, la motivación que la victoria requiere. 

No te desanimes. ¡Hoy es un nuevo día! Hay sol por encima de las nubes que anuncian lluvia. La tormenta pasará, nada dura para siempre. Solo la esperanza permanece. La Biblia declara; «Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros» Hebreos 6:18 .

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The crocus’s soliloquy

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Down in my solitude under the snow,

where nothing cheering can reach me; 

here, without light to see how to grow,

I’ll trust to nature to teach me. 

*

I will not despair, nor be idle, nor frown,

Lock’d in so gloomy a dwelling;

my leaves shall run up, and my roots shall run down,

while the bud in my bosom is swelling.

*

Soon as the frost will get out of my bed,

from this cold dungeon to free me,

I will peer up with my little bright head;

all will be joyful to see me.

*

Then from my heart will young petals diverge,

as rays of the sun from their focus;

I from the darkness of earth will emerge,

a happy and beautiful crocus.

*

Gaily array’d in my yellow and green,

when to their view I have risen,

will they not wonder that one so serene

came from so dismal a prison?

*

Many, perhaps, from so simple a flower

his little lesson may borrow —

patient to-day, through its gloomiest hour, 

we come out the brighter tomorrow.

Hannah Flagg Gould.  EEUU (1789-1865)

Filipenses 1:20-21

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conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.

El versículo recuerda la promesa de Cristo en Mateo 10:32: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”. El que reconoce a Cristo como Señor en la vida o en la muerte, si fuera necesario, es a quien el Señor reconocerá delante de Dios como suyo.

El apóstol Pablo podía regocijarse en esa verdad. Sabía que nunca sería avergonzado ante el mundo, ante el tribunal del César ni ante Dios mismo porque sabía que Dios sería glorificado en su vida. El Antiguo Testamento afirma que los justos nunca serán avergonzados, mientras que los injustos sí lo serán.

Ser avergonzado quiere decir desalentado, desilusionado o desacreditado. Pablo sabía que eso nunca le sucedería gracias a la promesa de Dios a los justos. Pudiera haber tenido en mente Isaías 49:23: “…No se avergonzarán los que esperan en mí”. Sea usted uno de los que no se avergonzarán.

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