Mateo 7:7-8

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Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 

Tener la sabiduría de Dios está entre las mayores necesidades que tenemos. La sabiduría de Dios nos ayuda a tomar decisiones prudentes a lo largo de nuestra vida cristiana; a optar por el camino de Dios y rechazar el camino del mundo en toda situación.

La Biblia presenta muchos mandamientos y principios para la vida cristiana, pero no es un manual exhaustivo de métodos y reglas para toda situación concebible. Eso no sería muy práctico, e impediría que confiáramos solamente en Dios. Él quiere que leamos su Palabra cada día de modo que podamos conocer sus principios para una vida recta y que podamos orar sabiamente pidiendo dirección cuando tenemos que tomar decisiones difíciles.

En las Escrituras el Señor presenta a los creyentes la verdad suficiente para vivir de manera responsable, y su­ficiente misterio para llevarlo a Él en la oración con­fiada: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.»(Santiago 1:5-7).

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Filipenses 3:17-18

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Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;

Los más peligrosos enemigos de la causa de Cristo no son quienes se oponen públicamente al evangelio, sino quienes simulan ser cristianos o amigos de Cristo, dicen identificarse con Él y, en algunos casos, llegan a puestos de liderazgo espiritual.

Estar en guardia contra los enemigos ocultos es un tema constante en el Nuevo Testamento. Jesús dijo: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15). También predijo que en los últimos días “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mateo 24:11).

El apóstol Pablo se enfrentó constantemente a la influencia de los falsos maestros. Les advirtió a los ancianos de Éfeso: “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.» (Hechos 20:30-31).

¿Quiere saber cómo adquirir la capacidad de distinguir a los enemigos de la cruz? Conozca la Palabra de Dios. Si usted no conoce la Palabra, se arriesga a que lo engañen.

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.» (Mateo 7:21-23).

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Lucas 12:16-20

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También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?

La miopía es una condición en la cual el ojo no puede enfocarse en objetos distantes. Hoy este impedimento físico es fácilmente tratable con lentes correctivos. Pero la miopía espiritual es más peligrosa porque tiene consecuencias por toda la eternidad.

Para enfatizar la importancia de una perspectiva eterna, el Señor Jesucristo contó una historia acerca de un hombre rico que no podía ver más allá del presente. Su disfrute y su seguridad estaban conectados con la abundancia de su riqueza, posesiones y comodidades. Aunque pudo haber sido honrado y respetado por otros por sus grandes logros, a los ojos de Dios era un necio. Eso es porque guardó tesoros para sí mismo, aunque estaba en bancarrota ante el Señor.

«…Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.» (Lucas 12:15.)

Para hacer depósitos en el banco del cielo, seguir al Señor Jesucristo tiene que ser más importante que cualquier ambición o prioridad mundana. Su reino y su justicia deben dirigir nuestros planes, actividades y búsqueda de la felicidad. El mandato es; «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.» (Colosenses 3:2) en vez de tener un enfoque terrenal. Es necesario poner nuestras mentes en las cosas de arriba, donde está Cristo. Si lo hacemos, nuestros afectos y nuestras ambiciones cambiarán, y nos volveremos ricos espiritualmente para con Dios.

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1 Pedro 1:6-7

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En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,

¿Se ha preguntado alguna vez por qué Dios permite que le ocurran cosas malas a usted o a sus seres queridos? Las dificultades y el sufrimiento son una consecuencia del pecado y de la condición del mundo, pero ¿por qué permite Él que experimentemos angustias? Aunque las pruebas son dolorosas, entender el propósito del Señor puede darnos alegría y esperanza. Cuando una persona es salva, comienza el proceso de santificación que tarda toda la vida. Y pocas cosas moldean tan bien nuestro carácter como el dolor. No obstante, nuestro crecimiento espiritual puede ser lento durante los tiempos placenteros, así que el dolor nos pone de rodillas en dependencia de Dios mientras buscamos su ayuda, fortaleza, consuelo y misericordia.

Otra razón por la que el Padre celestial permite las pruebas, es para probar y refinar nuestra fe. Cuando pasamos por el fuego de la aflicción y permanecemos fieles al Señor, salimos más seguros de nuestra posición de salvación que tenemos en Él. Y no solo eso, sino que sentimos una mayor confianza en quien es Dios y en la relación que tenemos con Él. Entonces, cuando surja la próxima dificultad, recordaremos la fidelidad de Dios durante las pruebas del pasado y descansaremos con confianza en Él. Si nos sometemos al Señor, Él usará nuestras dificultades para hacernos madurar, lo cual es motivo de alegría y gozo, recordando la promesa que el mismo Señor Jesucristo nos hizo.

«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.» (Juan 16:33).

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Deuteronomio 8:17-18

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Y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.

Es muy común escuchar en nuestro día a día las historias de personas exitosas que lucharon fuertemente por alcanzar sus sueños y metas. Historias generalmente acompañadas de mensajes motivadores que intentan inspirar haciendo creer que el éxito es resultado exclusivo del esfuerzo, y que quien logra triunfar en la vida lo hace como fruto de sus propios talentos, capacidades o su valentía. Pero no tenemos ni podemos tener control de nada, ni siquiera del siguiente segundo, la Biblia lo explica de esta manera; «cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.» (Santiago 4:14).

La Biblia nos enseña que nada podemos alcanzar sin la ayuda de Dios. «…No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.» (Juan 3:27). «Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1 Corintios 4:7).

Uno de los más grandes errores que cometemos es planificar como si el control del futuro estuviese plenamente en nuestras manos, y jactarnos, asumiendo todo el crédito por el éxito que podamos lograr.  

No olvides nunca que todo lo que tienes, todo lo que pasa y todo lo logrado es por la sola gracia de Dios. Pide al Señor que tu vida entera sea una respuesta de gratitud a su grande amor. 

«Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre.» (1 Crónicas 29:12-13). 

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Efesios 5:8-10

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Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor. 

Como cristianos, somos llamados a un alto estándar moral, aun cuando podamos sentir que fracasamos. Quizás nuestro lenguaje no es tan puro como sabemos que debiera ser, o no hemos superado algunos de nuestros malos hábitos. Es fácil desanimarse si no entendemos lo que está obstaculizando nuestro progreso.

La transformación comienza en la mente, porque la manera en que razonamos afecta la manera en que actuamos. No podemos esperar progresar en santidad si no tenemos discernimiento sobre qué permitir en nuestros pensamientos. El apóstol Pablo nos amonesta a no conformarnos al mundo sino a ser transformados renovando la mente; «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2).

Hagamos el esfuerzo de llenar nuestra mente con las verdades de la Palabra de Dios para asegurarnos de que estamos contrarrestando los mensajes del mundo.

«Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;» (Colosenses 1:9-10).

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1 Pedro 5:6-7

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Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

En el verano solemos disfrutar de días cálidos y al parecer interminables, pero esta estación no es todo sol y belleza. También es conocida por las fuertes tormentas que traen relámpagos, truenos y lluvias fuertes. Cuando ellas aparecen, ¿no es maravilloso poder correr a un refugio seco y cómodo para protegernos de la tormenta hasta que el sol vuelva a brillar?

La vida también puede ser así. Todo va bien hasta que, de repente y a menudo sin previo aviso, surgen dificultades. Nuestras vidas están llenas de “tormentas” de un tipo u otro. Sin importar lo que las haya provocado, rara vez podemos hacer mucho para evitar que sigan su curso. Lo único que podemos controlar es cómo reaccionamos para seguir adelante. En lugar de enfrentarnos solos a estos problemas, acudimos a nuestro Padre celestial, que nos ama, cuida y espera con los brazos abiertos, «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» (Mateo 11:28)

PIENSE EN ESTO:

¿Cómo describiría su relación con Dios? ¿Lo siente distante o cercano como un amigo cariñoso dispuesto a escuchar? Aparte tiempo para orar esta semana y pedirle a Dios que le ayude a sentir cuán cerca está.

«Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.» (Salmo 145:18-19)

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Colosenses 3:5-6

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Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 

¿Cómo practicar la moralidad en una sociedad amoral e inmoral? Cuando las costumbres del mundo parecen ser tan fuertes, puede que nos sintamos incapaces de oponernos a ellas, pero eso no es lo que la Biblia enseña. Por medio de Cristo, usted tiene todo lo que necesita para vivir en santidad.

Pero si sigue una y otra vez sus propios deseos, en un momento de tentación dejará de obedecer a Dios.

El momento para detener el pecado no es el momento del acto, sino cuando se tiene el deseo del mismo. La Biblia dice que nuestro viejo yo ha sido crucificado con Cristo, y que debemos considerarnos muertos a los malos deseos, «sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.» (Romanos 6:6).

El pecado una vez tuvo dominio sobre nosotros, pero Jesucristo ha roto su poder y nos ha liberado. Ahora tenemos un nuevo yo creado a su imagen, «No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,» (Colosenses 3:9-10).

En vez de ceder a los deseos pecaminosos, hemos de responder a las tentaciones basados en quiénes somos en Cristo. El pecado ya no va con nosotros, porque somos nuevas creaciones con el poder de Dios a nuestra disposición. Eso significa que ahora podemos resistir los malos deseos y tomar decisiones que honren a Dios.

Comience hoy mismo a reflexionar en cuanto al poder de Cristo dentro de usted, y confíe en que Él le protegerá contra pecados futuros.

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Romanos 12:1-2

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Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Cuando alguien pone su fe en Jesucristo y se convierte en creyente, es santificado, es decir, apartado para el propósito de Dios. A diferencia de la salvación, que tiene lugar en un instante, la santificación es un proceso que dura toda la vida. A medida que la Palabra de Dios y el Espíritu Santo trabajan en nuestra vida, estamos siendo santificados. En otras palabras, maduramos en la fe de manera continua.

En Romanos 8.29, el apóstol Pablo explicó el propósito de Dios para los creyentes: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…” Nuestro carácter, conducta y conversación deben ser reflejo de Cristo. Por nuestra cuenta, pondríamos demasiado énfasis en el comportamiento y nos veríamos atrapados tratando de cumplir reglas y ceremonias que parecen cristianas sin reflejar en realidad al Señor Jesús. Sin embargo, se nos ha dado el Espíritu Santo, que obra a través de la Palabra de Dios para renovar nuestra mente. Pero debemos cooperar en el proceso de santificación llenando nuestra mente con lo que enseña la Biblia.

Jamás seremos perfectos en este mundo, pero el Señor nos muestra cómo pensar y actuar para que podamos vivir “de una manera digna de la vocación con que [hemos] sido llamados”.

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Salmo 119:9-11

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¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.

Cumplir con el propósito de Dios para nuestra vida comienza con un corazón limpio que ama al Señor y quiere obedecerlo. Sin embargo, todos nacemos con una naturaleza pecaminosa. Pero la salvación nos transforma, «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (2 Corintios 5:17).

La muerte de Cristo en la cruz pagó la pena por nuestras transgresiones y destruyó el poder del pecado sobre nosotros. Al recibir a Cristo como Salvador, nos convertimos en nuevas criaturas con corazones sensibles a la dirección del Espíritu Santo y con mentes que desean conocer mejor al Padre. También recibimos el poder del Espíritu Santo para rechazar el pecado y obedecer a Dios.

Pero ¿cómo podemos mantener limpio nuestro corazón? La mejor manera es meditando en las Sagradas Escrituras. Hacerlo nos ayuda a descubrir las áreas donde hemos sido fieles, y también los puntos donde nos hemos desviado de su camino. Expresar arrepentimiento genuino nos limpia, «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.» (1 Juan 1:9). Cuando nos esforzamos por seguir la voluntad del Señor, discernimos su plan y nos sometemos a Él.

Llegar a ser la persona que Dios desea que seamos, requiere una relación estrecha con Él y el deseo de obedecerlo. Separados de Él, nada podemos hacer, «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.» (Juan 15.5).

Cooperar con la obra transformadora del Espíritu Santo nos ayudará a mantener nuestro corazón limpio y abierto a Dios.

«Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.» (Salmo 51:17).

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