¿Se acuerdan del saludo en la carta de Santiago? Aquí también veremos lo que dice y, más importante, lo que Pedro no dice de sí mismo.
1Pedro, apóstol de Jesucristo:
Tú y yo somos discípulos. Significa que no hay más apóstoles hoy en día, punto. Pedro se auto designa como apóstol porque recibió llamado directo, en vivo, personal, a todo color, del mismito Señor Jesucristo. Ahora por favor noten lo que no dice: No dice «Pedro el jefe de los apóstoles.» No dice «Pedro, uno de los tres.» No dice «Pedro, La Roca.»
Han pasado alrededor de 30 años desde que Pedro conoció al Señor (por favor vean la introducción anterior). ¿Cómo llegó a este punto de aprendizaje para escribir con tanta sencillez? Pedro no era precisamente un tipo enseñable, tuvo que haberse despojado de una buena cantidad de ropa (orgullo, impulsividad, agresividad, egoísmo) y vestirse con mantos de humildad (Proverbios 3:7-8; 26:12; 11:2). ¿Cómo así? Porque si reflexionamos, el punto de inicio para ser enseñable es ser humilde.
La persona humilde: conoce sus debilidades, está consciente de sus puntos ciegos; es lenta para hablar y rápida para escuchar (Santiago 1:19); reconoce y hace suyas sus faltas; considera a otros por encima de sí misma (Filipenses 2:3); pide retroalimentación; recibe la corrección como una bendición (Proverbios 15:31; 17:10).
Alguien de espíritu enseñable busca instrucción y sabiduría (Proverbios 4:7-9; 13:20). Ser enseñable no llega por accidente.
A los expatriados, de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos…
Algunas versiones dicen «expatriados», otras dicen «exiliados.» La idea es similar, pero expatriado contiene la idea de acto voluntario mientras que exiliado significa que a usted lo echaron fuera. Como peregrinos y extranjeros somos más bien expatriados, en el sentido que nos rendimos voluntariamente a los pies de Cristo.
Elegidos significa escogidos. ¿Totalmente escogidos? No. Más bien como la novia que está comprometida para casarse pero espera al cumplimiento de la fecha.
Expatriados, extranjeros. ¿Realmente extranjeros? No. Viven en el mismo lugar sin embargo son (somos) expatriados en el sentido de ser llamados a una forma de vivir radicalmente distinta a lo que antes eran (éramos) y al mundo que los rodea. Y serán tratados como expatriados. ¿Sientes que no encajas?
En la época de Pedro se calcula que un millón de judíos vivían en las tierras de Judea, de dos a cuatro millones vivían fuera de ella, dispersos en comunidades por todo el imperio romano (alrededor de un 8% de la población del imperio). El término exiliados posiblemente sea mejor aplicado aquí, lo interesante es que Pedro presenta la idea de «iglesia» como comunidades de individuos que viven fuera de su país natal, el cual no es Jerusalén ni Palestina, sino la ciudad celestial. Por tanto su vida un peregrinar, son extranjeros en la tierra, ciudadanos del cielo.
Dispersión. Otra palabra interesante, se trata de personas que no se reunían en grandes congregaciones como Jerusalén, sino de pequeñas comunidades en una vasta región.
He aquí la importancia del estudio de esta carta. 1ra de Pedro es una carta que necesitamos aprehender, apropiar, leer y releer, hasta la médula. ¿Por qué? Porque una de nuestras grandes tentaciones hoy es el querer confundirnos en medio de la cultura que nos rodea, pasar desapercibidos, querer «pertenecer» y no lucir muy diferente a los demás. Otras estarán tentadas a lamentarse de todo lo que está mal a su alrededor, a sentarse llenas de melancolía y nostalgia por «aquellos buenos tiempos» largo tiempo olvidados (y que probablemente nunca fueron).
2según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre:
Nada menos que la doctrina de la Trinidad misma. El plan de salvación iniciado por Dios Padre desde antes de la fundación del mundo, ejecutado en la persona de Cristo, aplicado a nosotros mediante el Espíritu. La razón de esta salvación no se debe a haber alcanzado a Dios, sino a que Dios mismo escogió relacionarse con nosotros y formarse un pueblo. No un pueblo cualquiera, un pueblo santo, individuos con un estilo de vida que manifieste esta nueva relación con Dios de manera práctica (Romanos 6:19,22; 1 Corintios 1:30). El Espíritu nos limpia y además nos introduce a una nueva clase de vida, a vivir en santidad y más adelante Pedro nos dice por qué: porque Dios es Santo.
¿Por qué o para qué somos expatriadas elegidas? Para obediencia a Cristo y ser rociadas con su sangre. Obediencia caracterizada por fe y por compromiso. Una referencia profunda al Antiguo Testamento (Exodo 24:4-8). La Ley fue dada después que fueron liberados, renacido como pueblo de Israel en el Monte Sinaí. Observen: Israel viene al Monte, Moisés escribe la Ley y va al pueblo y ellos dijeron «todo lo que el Señor ha dicho haremos y obedeceremos (24:7).» ¿Obedecieron? No. ¿Obedeceremos nosotros?
Ciertamente somos salvas para obedecer, queremos obedecer la Ley de Dios. Moisés roció al pueblo con la sangre (24:8) porque sabía que su obediencia no sería perfecta (de hecho unos 10 capítulos más adelante sale a relucir el becerro de oro), necesitarían protección. Igual nosotros. La sangre del Señor Jesucristo se encuentra íntimamente conectada al pacto (Marcos 14:24 y les dijo: esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos), el nuevo pacto basado en la sangre de Cristo y con la cual como rociados después.
Cristo pagó por nosotros. Una vez y para siempre. Luego no deseamos desobedecer por temor al castigo, pero no hay castigo para el pueblo de Dios.
Debiéramos amar obedecer la Ley porque ella nos habla verdad sobre Dios. Debiéramos querer ser pueblo de la verdad porque adoramos a un Dios quien es la verdad. Debiéramos querer ser pueblo fiel en nuestras relaciones porque adoramos a un Dios fiel en su relación con nosotros. La Ley ilustra el carácter de Dios. Debiéramos querer obedecer la Ley porque amamos al Dios del cual nos habla (1 Juan 2:3-6).
Obediencia alegre, a la primera vez, que brota de un corazón lleno de gratitud por la obra de Cristo en la cruz, no una obediencia producto de temor. El cristianismo es sobre Dios y sobre cómo nos deleitamos en El. Es la misma idea de Pedro: en obediencia a Cristo, al caminar como El, luciremos diferentes al resto, luciremos como extranjeros, expatriados, como exiliados.
Que la gracia y la paz os sean multiplicadas.
Termina la primera sección tendiendo un puente con esta simple frase. Une el tradicional saludo griego “gracia a ustedes” con el “shalom” hebreo de paz. Esa totalidad, ese bienestar integral de la presencia de Dios morando en uno, tan familiar al judío convertido.
Combina el tradicional saludo griego con el tradicional saludo judío para decir “los veo a todos, sé que provienen de lugares diferentes pero en Cristo no hay judío ni hay griego.”
E inicia con la suma de quienes somos, nuestra identidad como expatriadas elegidas.
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