La oración de la tarde

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Tiende la tarde el silencioso manto

de albos vapores y húmidas neblinas,

y los valles y lagos y colinas

mudos deponen su divino encanto.

 

Las estrellas en solio de amaranto

al horizonte yérguese vecinas,

salpicando de gotas cristalinas

las negras hojas del dormido acanto.

 

De un árbol a otro en verberar se afana

nocturna el ave con pesado vuelo

las auras leves y la sombra vana;

 

y presa el alma de pavor y duelo,

el místico rumor de la campana

se encoge, y treme, y se remonta al cielo.

 

Joaquín A. Pagaza. México (1839-1918)

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