Apuntes a 1ra Pedro 1:17-25

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¿Cómo aprendemos a poner nuestra esperanza en la gracia de Dios?

¿Cómo se relaciona Dios con nosotros? ¿Cual es tú relación con Dios?

3) 17Y si invocáis como Padre a aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación;

Luego exhibimos una u otra tendencia, ver más a Dios como Juez o más como un Papá cercano que nos deja hacer de todo. Sin embargo Dios es ambas cosas: es cercano y a la vez trascendente… Y hemos de aprender a conducirnos en temor durante todo el tiempo de nuestra vida.

¿Qué clase de temor?

¿Miedo? No. Algunas versiones leen “temor reverente.” “Asombro.” Gran admiración.  Pedro, Pablo y el mismo Señor Jesús (Mateo 10:28 y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno) hacen uso del temor para indicar que no es a los perseguidores a quienes debiéramos temer, sino a Dios, porque Su juicio es final.

18sabiendo que no fuisteis redimidos [rescatados] de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, 19sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo.

Tal admiración o temor reverente no es producto de miedo al juicio sino resultado de profunda gratitud y maravilla por lo que Dios ha hecho, el costo de la redención.

reverencia

Del lat. reverentia.

1. Respeto o veneración que tiene alguien a otra persona.

2. Inclinación del cuerpo en señal de respeto o veneración.

3. Tratamiento que se da a los religiosos condecorados o de cierta dignidad.

venerar 

Del lat. venerāri.

1. Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda.

2. Dar culto a Dios, a los santos o a las cosas sagradas.

¿Alguna vez has estado frente a alguna magnificencia natural que te haya impresionado? Uno cambia. Uno percibe su propia insignificancia y al mismo tiempo uno celebra la grandiosidad de lo que ve. Condúcete con gran admiración, asombro, temor reverente.

Y eso mismo es la salvación. El entendimiento correcto de lo que Dios hace por nosotros. Darnos cuenta de nuestra pequeñez y de ¡cuán grande regalo hemos recibido! Y vivir esta vida llenas de ese sentido de admiración por lo que tenemos en lugar de vivir como si todo lo diéramos por sentado o como si fuéramos indignas todo el tiempo!

Hay cristianos para quienes la imagen “nacer de nuevo” es una especie de estigma, llevan una existencia de auto-deprecación o auto-devaluación, van por la vida exhibiendo esa carta de «soy el mayor de los pecadores” como si fuera licencia de conducir. Su lucha contra el pecado define su identidad y lo que ellos creen escuchar como la voz de Dios.

Como cristianos, debiéramos vernos -en Cristo- como El nos ve. Tener la más concreta, positiva, plena de confianza, autoimagen del planeta. 

No porque hayamos dejado de pecar, porque esto no es cierto. No porque leamos la Biblia cada mañana (tampoco es cierto). No porque seamos menos carnales que los otros. Sino porque Dios nos ha dado vida, ha perdonado nuestras transgresiones, nos ha adoptado en su familia y nos hace morar en ella:

18sabiendo que no fuisteis redimidos [rescatados] de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, 19sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo.

¿Quiénes somos en Cristo?

(2 Corintios 2:15 Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden). Ser nacido de nuevo significa no ser definido ni por nuestra historia previa ni por nuestra propia percepción. Ser nacido de nuevo es ser definido por Dios:

  1. Tú eres luz. (Efesios 5:7-10 Por tanto, no seáis partícipes con ellos; porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz -porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad-, examinando qué es lo que agrada al Señor).
  2. Tú eres su hijo. (Juan 1:12-13 Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios).
  3. Eres santo y amado. (Romanos 1:7 a todos los amados de Dios que están en Roma, llamados a ser santos: gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo).

Si alguien piensa mal de sí misma, no será ninguna sorpresa que actúe como piensa. Pero si sabemos que somos luz, caminaremos en el Espíritu como hijas de luz. Si sabemos que somos amadas, imitaremos con gozo a nuestro Salvador. Si sabemos que somos adoptadas en la familia de Cristo, viviremos para agradar a nuestro Padre.

Cuando entendemos lo que somos, caminaremos cada vez más como nuevas criaturas en Cristo (1 Corintios 5:7a limpiad la levadura vieja para que seáis masa nueva, así como lo sois, sin levadura).

20Porque El estaba preparado [conocido de antemano] desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros 21que por medio de El sois creyentes en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

¡Literalmente Pedro explota de emoción!

Y enfatiza dos aspectos de la misma idea: tenemos fe al ver lo que obtuvo la salvación y lo que obtiene en nuestras vidas, y tenemos esperanza, de lo que vendrá, con certeza.

Hemos visto tres de los mandatos de Pedro:

  1. En v.13: poner nuestra esperanza completamente en la gracia…
  2. En v.14: no ser conformados a las pasiones de nuestra ignorancia previa…
  3. En v.17: conducirnos en temor reverente…

Ahora, el cuarto y último de este pasaje:

¿Cómo aprendemos a poner nuestra esperanza en la gracia de Dios?

4) 22Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero [no hipócrita] de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.

Y miren la razón:

23Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. 

24Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria como la flor de la hierba. Sécase la hierba, cáese la flor, 25mas la palabra del Señor permanece para siempre.

De nuevo observen la lógica: habiendo purificado su alma, santifíquenla, es decir ¡apártenla! ¿Para qué? Para llevar más fruto, exactamente como se poda un viña.

El Sermón del Monte:

Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios. O sea, ¿dónde está tu corazón? ¿En qué nivel anda tu purómetro?

¿La semilla de tus deseos? Si purificamos la semilla de nuestros deseos (Tito 1:15 todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas) luego entonces llevaremos más fruto, esto es, veremos a Dios más claramente. He ahí la bendición.

¿Cómo purificarse? Obedeciendo a la verdad (v.22). Aprendemos mediante obediencia exitosa a la verdad o mediante el fracaso total. Esta fue la experiencia de Pedro. La experiencia tuya y mía. Ahora bien, tener que vivir con las consecuencias de una mala experiencia o de una mala elección, también es purificación. Es cuando sentimos el calor de la quemadura y aprendemos a desear mejores cosas.

Observen que habla de purificación y en ese contexto ordena “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.” Ouch. ¿Por qué? ¿A quienes se dirige?

A hermanos y hermanas en la fe.

Amadas, allá afuera la persecución es dura y difícil. Nadie de afuera te amará como los de adentro, no es verdad que la grama está más verde del otro lado de la cerca, acércate a la comunión de los creyentes, siembra y cultiva ese amor entrañable de unos a otros con corazón puro, que sabe discernir entre obediencia y desobediencia.

Cuando obedecemos y estamos libres de las consecuencias de nuestro último acto de desobediencia somos más capaces de extender amor fraternal a los hermanos. Es muy real que cuando no hay pureza tampoco hay lugar para ir y amar a otros.

Noten el contraste entre lo que perece y lo que es imperecedero: la Palabra de Dios, que VIVE y PERMANECE (Isaías 40:6-8 una voz dijo clama. ¿qué he de clamar? Toda carne es como hierba, y todo su esplendor es como flor del campo. Sécase la hierba, marchítase la flor cuando el aliento del Señor sopla sobre ella; en verdad el pueblo es hierba. Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la palabra de Dios nuestro permanece para siempre).

Necesitamos escuchar esto porque somos así, como la hierba que perece, que no siempre sabe discernir. Palabras de consuelo, el profeta anuncia el evangelio a un pueblo que anhela ansioso y quiere entender aunque Isaías mismo no parece comprender cómo es que pueden provenir buenas noticias en medio de juicios. Dios corrige la visión del profeta: la humanidad es como la hierba que perece, pero Su Palabra permanece, sus promesas y su evangelio son eternas porque el Origen es eterno e imperecedero. O sea que la intención de Pedro es muy obvia a la audiencia judía: el consuelo está dispuesto desde antes de la fundación del mundo!

Y esta es la palabra que os fue predicada [anunciada a vosotros como buenas nuevas].

Esto es lo que habéis recibido de los profetas y predicadores -dice Pedro. Yo sé que los tiempos son difíciles, que quieren salir corriendo, traicionarse, comerse unos a otros, pero escuchen bien, he aquí lo que tienen que hacer con la hermosa herencia que han recibido:

Poner toda su esperanza completamente en la gracia; Ser santos como El es Santo; Conducirse con temor reverente delante del Dios que les ha salvado; Amarse entrañablemente unos a otros. Además de recibir una herencia gloriosa como resultado de haber nacido de nuevo, ahora también contamos con un nuevo corazón, capaz de amar a quienes no merecen ser amados y que ni siquiera abrazarán o retornarán ese amor.

¿Qué es lo que consideras vivo y que permanece, a lo que das tu tiempo, tu atención?

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