Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 18:3).
Mientras hablaba de la genuina salvación, Jesús hizo una apropiada comparación con las características de los niños. Para ser salvo, es necesario ir a Cristo con la actitud dependiente y la perspectiva de un niño: sencillo, indefenso, confiado, sincero, sin pretensiones y sin ambiciones.
No es que los niños no tengan pecado, sino que son cándidos y modestos, dependientes de los demás y libres de egoístas reclamos de grandeza. Se someten al cuidado de sus padres y de otros seres queridos, dependiendo de ellos para que satisfagan todas sus necesidades. Esa es la actitud humilde y dependiente que ha de perseguir quien procure entrar en el reino de Jesucristo.
Lee. Medita. Aplica.
Anónimo