¿No tienes cicatrices?
¿Alguna oculta en pie, mano o costado?
Te oigo cantar altivo, y a tu lado
te alaban por tus triunfos tan felices…
¿No tienes cicatrices?
¿No estás tampoco herido?
Yo sí lo fui por hábiles arqueros.
Rodeado de brutales cancerberos,
sangrante hasta la cruz fui conducido.
¿Tampoco estás herido?
¿No hay “marcas del Señor”?
Pues como Cristo el siervo habrá de ser,
y han de herirse sus pies en el deber.
¿Exento estás? ¿Y eres mi servidor?
¿Cómo pruebas tu amor?
Amy Carmichael (El cordón dorado)
(India, 1867-1951)