TEMA 3. FE GENUINA Y TENTACIONES. 1:12-18
La fe genuina persevera en las pruebas. La fe genuina resiste y huye del pecado.
Luego tenemos tribulaciones que “nos caen” en el regazo; pero estos judíos cristianos estaban en tribulación porque eran seguidores de Cristo y escogieron Su verdad. Es decir que hay una clase de perseverancia en el caso de una prueba que nos llega, y otro tipo de perseverancia que se mantiene sabiendo que lo único que hay que hacer para librarse es renegar la fe.
Vemos que el pensamiento de Santiago se mueve con fluidez de la necesidad de acercase a Dios con fe invariable y consistente hacia la principal amenaza para este tipo de fe.
El v.12 es la bisagra que mueve la puerta del tema tribulaciones al tema tentaciones. Tiene sentido porque las segundas suelen aparecer en el contexto de pruebas, la principal de ellas el dudar, dudas de Dios, dudas de Su carácter, Su naturaleza, ¿es realmente quien dice ser? ¿me dejaría atravesar una situación como esta?
Jesús mismo, luego de pasar 40 días y noches en el desierto, ¿quién apareció? El Tentador. Observen su ofrecimiento: ¿quieres comida? ¡A alguien que acaba de ayunar!
12Bienaventurado [makarios] el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman
13Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y El mismo no tienta a nadie. 14Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión.
¿Dónde reside el peligro de la tentación? En buscar satisfacción fuera de la voluntad de Dios. ¿Acaso comer es malo? No. Luego las cosas no son malas en sí mismas, pero si tratamos de asegurarlas fuera de los caminos que Dios ha ordenado para nosotros estaremos cayendo en pecado.
Existe conexión lógica entre tentaciones y tribulaciones. Hay tentaciones que acompañan a las tribulaciones y hay tentaciones que nos acompañan siempre. Nadie está exonerado.
13Que nadie diga cuando es tentado… observen la certeza presente. “Perseverar bajo la prueba” demanda que sepamos cómo lidiar contra tentaciones.
[Temptation. Fighting the Urge. Timothy S. Lane, CCEF 2010]
Luego pensamos que nuestras tentaciones provienen de nuestras circunstancias. Creemos que si cambiamos la circunstancia entonces todo será diferente. Es verdad que asuntos externos son causa de tentación, pero Santiago pone bien claro que sucumbimos a causa de lo que hay dentro de nosotros (lo que queremos, deseamos, no queremos, tememos, etc.) no por lo que hay fuera.
Dios envía circunstancias para probarnos, para que crezcamos en gracia.
Dios probó a Abraham cuando le ordenó el sacrificio de Isaac (Génesis 22:1). Probó a Israel al permitir estar rodeada de paganos (Jueces 2:22). Probó a Ezequías cuando los enviados de Babilonia (2 Crónicas 32:31; cf. 2 Reyes 20:12-19).
Sin embargo Dios no diseña circunstancias para atraparnos.
Esto es crucial: las pruebas son externas, las tentaciones son internas.
Luego entonces cualquier situación es o una prueba que nos ayudará a crecer o una trampa que nos impulse a pecar.
“La tentación es como un cuchillo: puede servir para cortar la carne de cocinar o la garganta de un hombre. Puede ser la comida o el veneno, su ejercicio o su destrucción.”
¿Qué hace la diferencia?
La condición interna de la persona en medio de la circunstancia. Ninguna cosa externa nos hace pecar. Pecamos porque queremos aquello que nos conduce a caer en pecado.
¿Recuerdan los versos sobre pobreza y riqueza? ¿Ven la conexión?
Contextos opuestos, uno de dificultad (pobreza), otro de bendiciones (prosperidad). Luego pensamos que somos más susceptibles a la tentación en tiempos de dificultad, pero la realidad es que las tentaciones aparecen en cualquier contexto
Más bien analicemos las condiciones en que aparece la tentación:
a) Condiciones que retan a la obediencia. Como pobreza, persecución, niños difíciles, matrimonio en problemas, por decir algunos. Cualquier circunstancia donde resulte difícil obedecer y fácil racionalizar lo mal hecho; por ejemplo: un jefe de trabajo que amenaza despido si no hablas mentiras o cubres sus errores; estar casada con un hombre que todo se lo encuentra mal…
b) Condiciones que facilitan pecar. Como prosperidad, hijos obedientes, un buen matrimonio… Orgullo e indiferencia suelen aparecer cuando la vida es buena.
Otra cosa más: existen tres elementos básicos en cualquier tentación. La Biblia les denomina a) el mundo, b) la carne, c) el diablo.
a) el mundo (dificultades y/o bendiciones externas); incluyen nuestro pasado, nuestras fortalezas y debilidades físicas, nuestras relaciones. Estas cosas no determinan la conducta pero nos vuelven susceptibles a responder de cierta manera.
b) la carne (motivaciones internas, anhelos, deseos, temores); es justo lo que Santiago denomina como “pasiones” y Jesús como “lo que sale del corazón” (Lucas 6:43-45 Porque no hay árbol bueno que produzca fruto malo, ni a la inversa, árbol malo que produzca fruto bueno. Pues cada árbol por su fruto se conoce. Porque los hombres no recogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de una zarza. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca). ¿Cómo interactúa nuestra motivación con la circunstancia?
c) el diablo (oposición espiritual externa); 1 Pedro 5:8 Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. Nuestro Señor fue consciente en todo momento de los esquemas malignos, ¡ojalá nosotros! El modo de trabajo del diablo es muy simple, usa el mundo y nuestra inclinación pecaminosa para atraparnos en pecado. Luego nos acusa de ser “un caso sin remedio.” Gracias a Dios que el Espíritu Santo nos dice algo muy distinto: “si confesamos nuestro pecado, El es fiel y justo para perdonarlos y limpiarnos de toda maldad”, “Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo –1 Juan 1:9; 4:4.” (Efesios 6:10-18, la armadura de Dios).
Otra verdad importante es que las tentaciones aparecen en forma gradual, por etapas.
14Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. 15Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.
El primer estadio es la seducción. Quieres algo más que a Cristo. Ese algo puede ser inherentemente pecaminoso (pornografía, por ejemplo), pero a menudo somos tentados por cosas que no son ni buenas ni malas en sí mismas, a veces incluso son buenas. ¿Obediencia en tu hijo? Es un buen deseo, pero si el deseo se convierte en algo más importante que Dios te conducirá a cosas nada piadosas; si tienes éxito, podrías pensar que tú y tu hijo son mejores que otros padres.
O sea que la mejor oportunidad de vencer al pecado es el inicio, en el primer estadio de la tentación. Clama al Espíritu Santo.
La segunda etapa es la concepción. Para entonces el deseo inicial ha echado raíces profundas en tu corazón. Lo que quieres se ha convertido en algo más importante que tu relación con Dios. Empiezas a soñar, a maquinar, a buscar alivios, esto es, codiciar. !Pero hay esperanza!
codicia
Del lat. *cupiditia, de cupidĭtas, -ātis.
1. Afán excesivo de riquezas.
2. Deseo vehemente de algunas cosas buenas.
3. Apetito sensual.
lujuria
Del lat. luxuria.
1. Deseo excesivo del placer sexual.
2. Exceso o demasía en algunas cosas.
La tercera etapa es la ejecución (el parto o nacimiento). El resultado de desear algo más que a Cristo es ser atrapado en pecado total, en actitud y en acción. Observa que el nacimiento que se produce es muerte. Con todo todavía hay esperanza.
En cualquier momento de las diferentes etapas podemos correr a Cristo, arrepentirnos de pecado y aprender de la caída a guardarnos contra la tentación en lugar de entregarnos a ella. Dios puede cambiar nuestro corazón de tal manera a que el pecado dominante nos tiente cada vez menos. Apóyate en Cristo.
Volviendo un momento al v.13, ¿cómo es que alguien se atrevería a acusar a Dios?
13Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y El mismo no tienta a nadie.
Proverbios 19:3 La insensatez del hombre pervierte su camino, y su corazón se irrita contra el SEÑOR (LBLA).
La insensatez del hombre tuerce su camino,
Y luego contra Jehová se irrita su corazón (RV60).
No es que la idea aparece en medio de la tentación sino que cuando las cosas se ponen feas empezamos a mirar a nuestro alrededor buscando a quién o a qué culpar (Génesis 3 Adán y Eva y el jueguito de la culpa; lo vi, lo quise, lo tomé). ¿Te das cuenta de lo que señala Santiago? que nadie diga cuando es tentado, que Dios lo ha tentado. Exactamente eso fue lo que hizo Adán.
Alguien muy pero muy rico, que sabe que Dios le ha proporcionado todo, y dispendia sin pensar… Señor, tú sabes que tenía todo ese dinero y traté de administrarlo…
Otro que tiene un amorío: bueno Dios, la mujer que me diste no es con la que yo me casé…
¿Cuántas veces culpamos a Dios de modo tan sutil que ni nos damos cuenta?
“Oh Señor, es que parecía una oportunidad tan buena la que me diste y ahora resulta que no es así y mira en qué lío estoy, nadie me ayuda, soy víctima de mis circunstancias…”
¿Qué es prudencia? Pensar antes de actuar.
¿Sabiduría? Reunir los hechos y tomar la mejor decisión.
¿Por qué Dios nos regala sabiduría? Porque El es la fuente de toda sabiduría, es infinitamente sabio, conoce todos los hechos y toma las mejores decisiones.
¿Se equivoca Dios? No. Entonces, ¿cómo podrá ser tentado cuando claramente ve las consecuencias de cualquier acción dada?
16Amados hermanos míos, no os engañéis.
17Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.
18En el ejercicio de su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.
Amadas hermanas no nos equivoquemos. Deja de culpar a los demás, a las circunstancias o a Satanás por tus tentaciones y/o pecados. Sobre todo, no culpemos a Dios. Asume tu culpa, toda, completa. Comprende que el enemigo está dentro y hay que enfrentarse a él desde adentro, es decir trabajar en el corazón. Y poder decir lo mismo que Pablo:
2 Corintios 1:12 Porque nuestra satisfacción es ésta: el testimonio de nuestra conciencia que en la santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en sabiduría carnal sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia vosotros.
Por último, Santiago afirma que Dios no es responsable de nuestra tentación porque Su naturaleza misma es incompatible con la naturaleza del pecado. El es totalmente recto, justo y puro, por definición no tiene parte alguna en el pecado, en ninguna forma o grado.
Todo lo que proviene de Dios es buena dádiva y don perfecto. Su perfección y santa bondad trae como resultado que su obrar y su dar —su generosidad- solo reflejan Su perfecta santidad y verdad.
Sus obras reflejan Su carácter.
Santiago está diciendo que. desde la tentación hasta la comisión, Dios tiene cero responsabilidad por el pecado.
Dios tiene total responsabilidad por toda buena dádiva, y que todo don perfecto que hay ha descendido de lo alto.
“Padre de las luces” era un antiguo título judío para Dios, alude a El como Creador, el gran Dador de la luz en la forma del sol, la luna y las estrellas (Génesis 1:14-19). Pero que, a diferencia de estas fuentes de luz que en el tiempo pueden variar y desvanecerse, tanto el carácter como el poder, la sabiduría y el amor de Dios no tienen sombra alguna de variación (Malaquías 3:6 Yo Jehová no cambio). Los cuerpos celestes tienen fases de movimiento (rotación y traslación), cambian de hora en hora y varían en intensidad y en penumbra. Sin embargo Dios es inmutable.
Nuestro Señor promete en Mateo 7:7-11 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
Y mucho más que esto, promete que nuestro Padre celestial nos dará su Espíritu Santo (Lucas 11:13 Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?).
Cuando nosotros, como hijas de Dios, recibimos de forma abundante y continua las bendiciones más valiosas, gratas y bondadosas que nuestro Padre celestial puede conceder, ¿por qué debiera alguna cosa menor -o peor, mala- tener la más leve atracción sobre nosotros?
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